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Entrevista al escritor hispano-argentino, Carlos Salem

Entrevista al escritor hispano-argentino, Carlos Salem

En una ocasión le escuché a Facundo Cabral decir que los mexicanos descendían de los Mayas, los peruanos de los Incas y los argentinos de los barcos. Las malas lenguas, que son las que hay que escuchar, dicen que perdió el acento hace tiempo.

Sí, he perdido casi todo  el acento en más de 20 años aquí. Creo que tratar de imponerle mi vocabulario a 40 millones de anfitriones hubiera sido un acto de soberbia y además me fascinaba el lenguaje de mi abuelo almeriense.  Perdí el acento argentino, pero sólo por fuera. Eso intento explicarlo en un poema que está en mi blog:

(http://elhuevoizquierdodeltalento.blogspot.com/2008/01/milonga-del-sombrero-negro.html), cuando digo :"Volver adonde/volver a qué/ si cuando me enfado digo jilipollas/ pero cuando me enculo/se me escapa un pelotudo/que rescata todos los acentos olvidados/en la pe".

 

 ¿A usted hay que preguntarle si prefiere un Boca-River o un Barça-Madrid?

En cuanto a clásicos, si estoy allá, y como soy bostero viejo, seguiría el Boca-Ríver; pero como vivo en España, no me pierdo un Madrid-Barça, ¡Hala Madrid!

 

¿Qué le enseño el rastro madrileño y qué se trajo de sus años en el norte de África?

 El Rastro es el alma de Madrid y también su espejo: revuelto, colorido, caótico ... y organizado por horarios, vigilado por policías.  Cuando llegué y vendí en un trozo de puesto prestado, hace tantos años, en el Rastro estaba reflejada la composición del Madrid de entonces, del mismo modo que refleja el Madrid de hoy, que sigue lleno de historias. En cuanto al Norte de África, aprendí a escuchar todo lo que decía el silencio de la gente, en especial la gente del Riff, que tiene una dignidad sin estridencias que es admirable. Hay quién confunde eso con resignación, pero es porque no entendió nada y se pasó el tiempo sacando fotos típicas. Esos diez años entre Ceuta y Melilla me sirvieron, también, para escribir sin otra meta que escribir; ya llegaría el momento de publicar, me decía con paciencia rifeña. Y llegó.

 

 

Usted era muy joven en aquellos años grises de su país ¿por qué al contrario que muchos escritores de policial argentinos no lo refleja en sus novelas?

Sí que la reflejo, sólo que no en las dos novelas que se han publicado hasta ahora. De hecho, tengo una obra de teatro, "El torturador arrepentido", que creo se representará este año, dedicada al tema, y está el proyecto de convertirla en novela. No me centré en el tema de la dictadura porque en los 80 y 90 hubo una saturación de obras alrededor del tema, y no todas buenas. Luego vino gente como Juan Sasturain o Ernesto Mallo, o Raúl Argemí, que lo hicieron con mucho talento e intención, de modo que no tenía una urgencia testimonial por contar aquello. Yo era muy chico, sí, pero con 16 ya sabías y pensabas. Creo que me dejó helado la complacencia de buena parte de la clase media argentina de entonces para con un Golpe de Estado cuyos fines eran claramente económicos bajo una pueril excusa ideológica. Y contar eso duele. Además, mucha gente en España y en el resto del mundo ha olvidado que Argentina vivió en dictaduras intermitentes desde 1930 hasta 1945, y desde 1955 hasta el 73, aunque no se pueden comparar en el descaro y la violencia a lo de Videla y Cía., desde luego, pero ahí está la semilla y eso es lo que me interesa como escritor, sobre todo el período de 1970 a 1973: todo lo que vino después estaba ahí...

 

¿En la vida sólo hay Camino de Ida?

Desde luego, aunque a veces el camino de ida es circular y acabas en el punto de partida. Pero ya no eres el mismo. Tenía que escribir esa novela como un puente entre mis dos mundos, el de Argentina y el de España, países que se parecen más de lo que queremos creer. Como dice uno de los personajes de la novela (soldati), "acá también todo lo atamos con alambre"... Y porque todo el camino es de ida, mi segunda novela publicada, Matar y guardar la ropa, no tiene ningún personaje argentino, aunque estoy seguro de que allá se entenderá igual que aquí, porque la crisis de los 40 ocurre en todas parte, como el amor, el desengaño, el miedo a la mediocridad... o los asesinatos por encargo.

 

En la última semana negra se alzó con el premio Silverio Cañada a la mejor primera novela del género. ¿Qué le pareció ese festival macrocultural? y ¿Qué le supone recibir ese premio de colegas escritores?

Llevaba con ganas de participar en la Semana Negra casi 20 años, cuando recibí las bases del concurso de relatos y empecé uno de 8 páginas... que acabó siendo unas novela de 300. Y por diversos motivos  el sueño se fue postergando de año en año... hasta que  este año me llamaron para decirme que Camino de ida era finalista del Cañada... No me lo podía creer. Lo mejor de todo fue que la SN era como la imaginaba: una fiesta literaria popular, huérfana de corbatas y de almidones, en la que los escritores y los lectores se cruzaban y mezclaban todo el tiempo. Siempre digo que detesto a los escritores que se comportan como si nunca fueran al váter. En Gijón no hubo de ésos o yo no los vi, y eso quiere decir que, por lo menos, no estaban en un podio muy alto. Lo que hacen Paco Ignacio Taibo II y su equipo es mucho más que un encuentro literario, y me parece muy acertada la definición de PIT II cuando dice que la SN es un "festival", porque lo es y ojalá que siga así por mucho tiempo. Y que fuera contagioso... En cuanto al premio, recibir el Silverio Cañada por mi primera novela publicada, incluso cuando es menos "negra" que muchas otras, fue un subidón que todavía me marea, porque no es un premio dado por intereses editoriales o de mercado, sino, como dices, un reconocimiento de tus compañeros más veteranos, que te dicen:"bienvenido, tienes algo que contar y nos ha gustado mucho". Eso no tiene precio para un novato de 48 años, como yo...

 

¿Cuáles son los próximos proyectos de Carlos Salem, en su próxima novela podremos disfrutar con la persecución de algún otro destrozacanciones popular?

Proyectos hay varios en marcha, no olvides que durante más de 15 años me dediqué a escribir novelas que son tan buenas o tan malas como las dos publicadas. Y no dejo de escribir, aśi que tengo varias cosas en marcha y un objetivo prioritario: la nueva novela, que estoy acabando estos días, y que se llamará "Pero sigo siendo el rey". Es una novela negra al modo mío, bastante chandleriana en algunos aspectos, pero siempre teñida por la bendita maldición de Osvaldo Soriano, que me enseñó a reírme de la solemnidad y de mi mismo. Y es una novela con detective privado, porque creo que se ha descartado con demasiada ligereza esa figura de justiciero jodido y desencantado, de justicia que llega donde no llega la Ley. Es la presentación de mi detective, para el que tengo en mente al menos tres libros más, si es que todo sale bien, ya veremos. No aparece Julio Iglesias, salvo alguna mención... pero el co-protagonista es el Rey de España. No te digo más.

 

Y por último recomiéndenos un libro clásico y otro actual..

El clásico lo tengo claro, aunque hay muchos: Triste, solitario y final, de Osvaldo Soriano. Treintaytantos años después sigue intacto y vigente. Además, Camino de ida es la primera mitad de un homenaje que le debía a ese libro.

Y para lo actual, voy a hacer trampa y recomiendo dos; "Gólgota", de Leonardo Oyola, y no por ser amigos y compañeros de editorial, sino porque tiene un talento universal que trasciende las fronteras del lunfardo, es dinamita pura. Y Niños de tiza, de David Torres, porque creí que después de El gran silencio no podría volver a conmoverme con Roberto Esteban, y el muy cabrón lo hizo. Vaya si lo hizo...

 

 

Por José Ramón Gómez

La Caza de John Harvey

La Caza de John Harvey

Esta novela presenta todas las características que durante 2007 ha hecho grande la propuesta de la editorial Paidós convirtiéndola en una de las colecciones mas serias y atrevidas de la actualidad y eso que ,al menos durante el primer año de vida, únicamente han publicado autores inéditos en castellano, como John Harvey, este londinense que tiene en su haber varios premios internacionales con sus mas de noventa libros publicados y por curioso que resulte, inédito en España. Bravo por Alea.

   La caza es en general una novela muy atractiva, por la definición psicológica de sus personajes, los cuales como en la mayor parte de los títulos publicados en esta colección, son de carne y hueso es decir, de alegrías y decepciones, al fin y al cabo humanos todos. Y eso que Will Grayson y Helen Walker no son Charlie Resnick el personaje que más éxito le ha reportado a John Harvey con una serie de diez títulos que esperamos leer algún día en castellano.

  También destaca en esta novela la trama, simple y sencilla, pero es que aunque parezca fácil darle estos dos calificativos debe resultar tremendamente complicado para un autor establecer una nudo tan básico y casi tópico para montar una historia que hasta sus últimas páginas no desvela verdaderamente el origen y la causa del asesinato de un profesor universitario, algo huraño y homosexual que estaba escribiendo una biografía no autorizado de Stella Leonard, una antigua estrella del cine. Serán la pareja de detectives mencionada con anterioridad y Lesley Bryan, la hermana del difunto, los que a fuerza de persistencia y golpes, desenredaran la madeja de esta historia de pasiones y desencantos, de cine en blanco y negro y pinceladas de actualidad gris tirando a oscura.

   En fin, como ignorar el pequeño privilegio que nos ofrece Alea de poder leer un autor del que Michael Connolly, George Pelecanos y el mismísimo Andrew Vaachss se han desecho en elogios hacia él y si no creen en el enrevesado marketing que pudiera camuflar como siempre algún interés, por favor léanlo y salgan de dudas ustedes mismos.

 

LA CAZA.

John Harvey.

Alea editorial.2008.

 

Por José Ramón Gómez

El Efecto Biedma según Guillermo Orsi

El Efecto Biedma según Guillermo Orsi

Los mundos que Biedma plasma -¿o reconstruye?- en sus novelas son circulares, agónicos, e inevitablemente conducen al crepúsculo. Y sin embargo hay tanta luz en ellos.

De nuevo en Sevilla –aunque nunca en la misma Sevilla-, un adolescente se interna en lo que para un psicólogo o psiquiatra sería su alienación pero para la literatura es un resplandor de los universos, tan improbables como posibles, que Lewis Carroll pintó en su “Alice in Wonderland”.

En “El efecto Transilvania” no es Alicia, es Eme. Y su fiebre se llama Peña, el amor inasible, perdido antes de conquistarlo, recuperado en las duermevelas de la conciencia, entretejido en las penumbras del amanecer y siempre deseado, siempre perdido.

La ciudad vuelve a levantarse con ladrillos de ausencia, con callejones abyectos y barrios infinitamente más hundidos de lo que sus nombres anuncian. Eme abandona cada noche su habitación, la protección de la casa de su abuela que lo cría, para internarse en sueños vigilantes, en tenues pesadillas, en la atroz certeza de que no deberá encontrar lo que busca, a riesgo de ser, también él, condenado como Pisca, la niña de catorce años que morirá en una ejecución pública.

Con sorprendente virtuosismo, Biedma nos lleva de la mano al mundo atormentado de un adolescente que, atravesando su íntima desolación, busca la consumación del amor. Lo hace, claro, a su manera, la que le permite o indica su visión alucinatoria del microcosmos en el que vive y que ensancha con su imaginación, como lo hace Biedma en una suerte de “big bang literario” que rompe los moldes, dibuja segundos horizontes.

El universo remoto, enigmático, sospechadamente sabio pero a la vez inaprehensible de las civilizaciones precolombinas se instala en Sevilla, en la pirámide de Mahuachi, réplica de su original en el Perú. No es cartón pintado ni la locación de alguna producción hollywoodesca, es la imagen en el espejo que pasa a convertirse en el original, que cruza el azogue ya no para mirarse a sí misma sino para duplicarse e irradiar su espectáculo sombrío de los condenados por tribunales que nada tienen que ver con la justicia, por jueces en las sombras que se rigen por códigos que ni Freud, ni Jüng, ni sus epígonos, han conseguido nunca interpretar del todo.

La esquizofrenia es la perfecta excusa de Biedma para, en esta novela rigurosa y conmovedora, explorar los albañales de la íntima tristeza que agobia al ser humano. ¿Está realmente enfermo Eme? ¿Son sus amigos y compañeros de correrías –Fritz, Tona, Paco, Ballesta, la inasible Peña- los que de verdad lo ayudan o está solo, hundido como el temible Barrio Hundido, solo para enfrentar a los chacales del Grupo Sábato, vulnerable a sus fantasmas?

Decía que de nuevo Sevilla, ciudad irrepetible pese a su omnipresencia en la literatura de Biedma: distinta, provocativa, nocturnal. Hay autores que fundan sus ciudades, a la manera del uruguayo Juan Carlos Onetti y su mítica Santa María, que en el imaginario rioplatense entreteje a Buenos Aires con Montevideo. El matiz que Biedma incorpora es que con el nombre real designa lo diferente, el desafío de reconocerse en las alcantarillas, en las iglesias amenazantes, en presencias cloacales, en sacerdotes locos cuya profesión de fe remite a sanguinarios ritos ancestrales.

En “La noche boca arriba”, Julio Cortázar funde la angustia de un motociclista accidentado con el terror de la víctima inminente de un sacrificio humano en un templo moteca. En “El efecto Transilvania”, Eme se aferra a los símbolos, a los efectos mágicos del abrigo de su abuelo, a su íntima determinación de ser quien no es, de arrojarse al vacío de la existencia para sobrevivir, no para destruirse.

Tributario explícito de Lovecraft, Juan Ramón Biedma rinde una vez más el homenaje de todo gran escritor en sus textos más logrados, en páginas o frases que le dan aliento y resurrección a las leyendas. Ese homenaje es el de la imaginación, sin la cual no habría más allá ni realidad cotidiana porque todo quedaría encerrado entre las cuatro paredes acolchadas de la sinrazón más temible y frecuente, la de lo cotidiano, lo creíble, lo que puede probarse, absolverse o condenarse.

La “novela dentro de la novela” que el protagonista lee y a su manera escribe sin saberlo, fluye como un néctar subterráneo, como un hilo de Ariadna para salir del laberinto. Pero quien se adentra en la trama de “El efecto Transilvania” ya no quiere encontrar esa salida.

El “efecto Biedma” consiste en que el lector recela del final, lo demora con premeditación y alevosía porque, como en las anteriores novelas del autor, le ha perdido todo temor o respeto al Minotauro y quiere, sencilla y tozudamente, seguir leyendo.

Guillermo Orsi - escritor -

 

 

Negro Absoluto y Santería

Negro Absoluto y Santería

Hace algunas semanas saludábamos con alborozo la fantástica novela “Chamamé”, de Leonardo Oyola, publicada por la vivaz editorial Salto de Página y justa ganadora del premio Dashiell Hammett de Semana Negra, junto a la no menos excelente “El imán y la brújula”, de Juan Ramón Biedma.

 

Oyola, en Gijón, además de hablarnos de “Chamamé” y de “Gólgota”, su última novela publicada en España, presentó junto a Juan Sasturain una excitante colección de novela negra inequívocamente porteña, llamada “Negro absoluto”, a través de la que jóvenes autores argentinos van a destripar el Buenos Aires más negro, sórdido y criminal. La colección arranca con cuatro títulos: “El doble Berni”, de Gandolfo y Sosa. “Los indeseables”, de Osvaldo Aguirre. “El síndrome de Rasputín”, de Ricardo Romero. Y, cómo no, “Santería”, del propio Leonardo Oyola, prologada por Sasturain.

 

Contar de qué va “Santería”, como ocurre siempre con las grandes novelas, no tiene mucho sentido. Porque el desaforado Oyola, como le llama Sasturain, es capaz de insuflar vida literaria a cualquier historia, por banal y anodina que ésta pueda parecer. En el caso que nos ocupa, se trata de un duelo. De un duelo a la vieja usanza entre dos personajes mefistotélicos y demoníacos: la Víbora Blanca y la Marabunta, nombres que ya nos hablan, bien a las claras, de lo que nos aprestamos a leer.

 

Una novela negra, pero que bebe de los culebrones más locos de la tele, con personajes tan desaforados como su autor. Por ejemplo, ese pequeñajo al que llaman “el Emoushon”, que podría venir patrocinado por una marca de telefonía móvil, dada la sonoridad de su apodo. O Danielín, un fiel seguidor de San La Muerte, que tendrá que vérselas con un hermano de cofradía, un trasunto del Kevin Costner que protegía a la otrora hermosa y dulce Whitney Huston en “El guardaespaldas”.

 

Porque, como ocurría en “Chamamé”, hay mucho, muchísimo, de cultura popular, de cine y de música actual en “Santería”. Esto, unido al prodigioso ritmo narrativo que Oyola imprime a su prosa, hace que la novela, más que leerse, se baile, como si el autor te conectara un cable al cerebro y te fuese cantando cada uno de sus vertiginosos capítulos.

 

De hecho, “Santería” es un LP. Un Long Play de corta duración, pero intenso y emocionante, en que cada capítulo, como si fuera una misteriosa canción, lleva el nombre de una de las cartas de la baraja española que la Víbora utiliza en su trabajo. Un LP con un tema introductorio, “En la cabeza de la víbora”, y doce fascinantes cortes que te conducen a un final abierto, repleto de posibilidades.

 

En su dedicatoria, Leo escribió las siguientes palabras en mi ejemplar del libro:”Para Jesús. Ojalá que mis pibes chorros de Santería te roben muchas carcajadas.”

 

Querido Leo, efectivamente. Me lo he pasado de miedo con los pibes chorros, con esa Marabunta cuya concha pasó a la historia del puterío fino (y menos fino) de Baires y la villa Puerto Apache, así como con esos polis buenos y enamoradizos, que la historia de (des)amor de la Víbora y el Charly me gustó largamente.

 

Así que, obligatoriamente, en las próximas semanas nos pondremos con “Gólgota”, a la que, como podrán ustedes imaginar, tenemos mogollón de ganas de meter mano. Pero muchas, muchas.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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La joven detrás de Stieg Larsson

La joven detrás de Stieg Larsson

En Estocolmo, Suecia, en 2002, Carle Mikael Blomkvist,  periodista y accionista de la revista Millenium, en sus cuarenta,  es condenado por haber publicado un artículo contra el  influyente millonario Hans-Erik Wenneström. 

Dragan Armansky es director de Milton Security, empresa de seguridad, que cuenta con lo último en tecnología.  Aquí trabaja, la joven Lisbeth Salander.

Los antepasados de la familia Vanger se remontan varios siglos y son propietarios de Hedeby Island. El octogenario Henrik Vanger es la cabeza de la familia. Obsesionado por la desaparición de la nieta de su hermano, Harriet Vanger, en 1966 cuando ella tenía 16 años, contrata a Blomkvist, desacreditado y con una condena pendiente, para que escriba la historia de la familia Vanger y al mismo tiempo revise el material que ha juntado por casi cuarenta años, y averiguar la desaparición o muerte de su querida sobrina-nieta.

Stieg Larsson  estructura su novela sobre una base de ágiles, ordenadas y muy puntales descripciones:  psicológicas y físicas de los personajes; de las relaciones familiares, de amor, de amistad y de negocios; del ambiente y de  la Isla que habita  la familia Vanger; de las medidas de seguridad y de los últimos conocimientos cibernéticos.  La trama se desarrolla a partir de cadenas de hechos que son al mismo tiempo causa y efecto de hechos anteriores y posteriores, de tal manera, que al final, como lectores, exclamemos ¡por supuesto!  Pero, sobre las descripciones de la realidad que se recrea, recurso indispensable del género policiaco,  y de la impecable estructura detectivesca, Larsson crea a un personaje entrañable, Lizbeth, que nos va sorprendiendo conforme la lectura avanza, exponiendo y denunciando el abuso femenino.

 

Stieg Larsson (1954-2004), escritor y periodista sueco. Antes de morir de un ataque al corazón, terminó tres novelas que se han agrupado en la serie "Milenio: "Los hombres que no amaban a las mujeres" titulo  en sueco y en español (en inglés se tradujo como "The Girl With The Dragon Tattoo”; "The Girl Who Played With Fire" (2006) que aparecerá publicada en inglés en 2009 y  la tercera, con posible título en inglés "Castles in the Sky"  (2007) se anuncia que se publicará en  2010. Se han empezado a filmar las películas de cada uno de estos libros.

 

Los hombres que no amaban a las mujeres

Stieg Larsson

Destino 2008

 

Septiembre, 2008.

Por Mª. Elena Briseño

Deutscher Krimi Preis 2008, el premio a las mejores novelas criminales publicadas en alemán

Deutscher Krimi Preis 2008, el premio a las mejores novelas criminales publicadas en alemán

En Alemania se publica un promedio de 700 títulos de novela negra al año. Seis de estos títulos serán reconocidos con el premio más prestigioso del género, el Deutscher Krimi Preis, que se otorga desde 1985 en dos categorías, nacional  e internacional. Es un premio sin dotación económica que, como enfatizan sus organizadores, no se concede de forma pública sino cuya concesión se hace pública.

El jurado está formado por críticos literarios, tanto de la prensa general como de publicaciones dedicadas a la literatura criminal como “krimi-couch.de” o “kaliber38.de” y libreros especializados, por ejemplo de las librerías “Die Wendeltreppe” (La escalera de caracol) en Frankfurt, “Alibi” en Colonia, “Kommissariat” en Dresde o “Hammet” en Berlín, entre otras.

Se valora, según el jurado, “tanto el impulso renovador del género como la calidad literaria”. Este año los títulos galardonados han sido los siguientes:

En la categoría nacional el primer premio ha sido para  Kalteis, de Andrea Maria Schenkel (Edition Nautilus). Segunda novela de esta autora, la primera, Tannöd, el lugar del crimen, que ha publicado Destino en español, ya ganó el año pasado el primer premio y vendió más de 500.000 ejemplares en Alemania. Ambas están basadas en hechos reales. En Kalteis la autora recoge la historia de un asesino y violador en el Múnich de los años treinta.  Como en Tannöd, la novela presenta la historia de forma acrónica y coral, unas veces en estilo directo, otras indirecto, otras recogiendo la voz del asesino a través de los protocolos de su interrogatorio.

El segundo premio ha sido para Die feine Nase der Lilli Steinbeck de Heinrich Steinfest (Piper Verlag). Este autor, nacido en Australia en 1961, pasó su infancia y juventud en Viena y reside actualmente el Stuttgart. Esta novela es su décima novela criminal. Cargada de humor, poblada por personajes extravagantes, está protagonizada por Lilli Steinbeck, una experta en buscar a secuestrados. En este caso se trata de personas secuestradas para que sean “piezas” de un juego en el que compiten dos grupos rivales. Un juez imparcial las abandona en algún lugar decidido al azar por un dado; uno de los grupos trata de buscarlas para salvarlas, el otro para eliminarlas. Cuando la policía ya ha fallado en siete ocasiones, deciden recurrir a Lilli Steinbeck, a cuya nariz rota (nariz klingónica, se lee en un pasaje de la novela) en una pelea, alude el título, que se podría traducir como “La fina nariz de Lilli Steinbeck”, pero también como “El fino olfato de Lilli Steinbeck”.

El tercer premio ha sido para Das Schweigen de Jan Costin Wagner (Eichborn Verlag). Al que algunos críticos consideran el mejor autor de novela negra en alemán en la actualidad. La novela anterior de este joven autor, Eismond ha sido publicada en español este año por Edhasa con el título Luna helada.

Das Schweigen (El silencio) es la cuarta novela Wagner y la segunda protagonizada por el comisario finlandés Kimmo Joentaa de Turku, que se enfrenta al caso de la desaparición de una adolescente que repite hasta el detalle un caso sucedido hace más de treinta años en el que otra joven desapareció del mismo modo y fue violada y asesinada. Narrada desde dos perspectivas alternativas, la del investigador y la del asesino, es una novela que destaca por su profundidad psicológica y una atmósfera densa y opresiva.

 

En la categoría internacional los libros premiados han sido los siguientes:

Primer premio: Driver (Drive), de James Sallis, publicada por Liebeskind. La versión original apareció en 2005. El protagonista, Driver, un stuntman de Hollywood, que a veces conduce el coche en atracos, hasta que uno sale mal.
Segundo premio: Stalins Geist (Stalin’s Ghost), del norteamericano
Martin Cruz Smith
. Sexto caso con Arkadi Renko, ya conocido de Gorki Park, como protagonista. Publicada por C. Bertelsmann.
Tercer premio: Der Grenzgänger (Tappajan näköinen mies), del autor finlandés Matti Rönkä (Grafit Verlag). Publicada en el año 2002 en Finlandia, es el primer caso del investigador Viktor Kärppä.

 

Fuente:

http://www.deutscher-krimipreis.de/

 

Por Rosa Ribas

¡A la salida! de Dominique Manotti

¡A la salida! de Dominique Manotti

Una vez, inspirándome en el gran profesor, excelente literato, ameno conversador y gran humanista, Andrés Sopeña, inicié la presentación de un libro de Antonio Lozano, otro enorme y comprometido escritor, diciendo que le odiaba. Que le odiaba cruel y sañudamente. Y no mentía. Odiaba a Antonio porque, con su “Donde mueren los ríos”, había escrito la novela que me habría gustado escribir a mí.

 

Hoy, se une a esta nómina de escritores cordialmente odiados Dominique Manotti, cuyo “El cuerpo negro”, tanto nos gustara hace unos meses. Efectivamente, odio a Dominique porque ha escrito otra novela que me hubiera encantado escribir a mí. Si la de Antonio versaba sobre la tragedia de la emigración africana y las mafias que la controlan, “¡A la salida!” es un brutal análisis de la salvaje sociedad capitalista neoliberal que impuso la socialdemocracia surgida de los partidos más radicalmente situados en la extrema izquierda.

 

Estamos a finales de los años ochenta y mientras las noticias que llegan de la Europa del Este hacen presagiar que algo está cambiando al otro lado del Telón de Acero, los socialistas franceses han ocupado el poder y se aprestan a revolucionar la economía del país. En su propio beneficio, por supuesto.

 

A lo largo de 250 vibrantes y esclarecedoras páginas, Manotti hablará de tráfico de drogas y prostitución, pero de forma tangencial. Porque la esencia de “¡A la salida!” es el fino, completo y riguroso análisis del modelo de corrupción impuesto por los magnates de los grandes conglomerados empresariales y los políticos que les ampararon. Con la complicidad y la connivencia, por supuesto, de burócratas, matones, funcionarios de medio pelo, putas, traficantes y arribistas de todo pelaje.

 

A través de una prosa cortante como el acero, ácida, escueta y directa, Manotti nos presenta al memorable comisario Daquin y a su grupo de inspectores. Unos polis de carne y hueso, ni ángeles ni demonios, cuyo jefe es un vocacional jugador de rugby,  homosexual, dotado de un corrosivo sentido del humor hacia el que sus colaboradores mantienen una lealtad a prueba de bomba.

 

Modelo de jefe que toma decisiones, organiza equipos y sabe escuchar, Daquin monta una investigación modélica que le conducirá de mozos de cuadra de hipódromos y jockeis drogadictos a adinerados poseedores de caballos y fincas que terminarán por llevarle a la cúpula de algunas de las empresas más importantes del país.

 

Y, como meollo de todo ello, la especulación urbanística que, en París, hace y deshace fortunas a una velocidad vertiginosa. Información privilegiada, maletines que cambian de manos, OPAS bursátiles, regalos institucionales, cenas en restaurantes de postín... todo ello tiene cabida en una narración que, con el contrapunto de la Caída del Muro de Berlín, nos cuenta el origen de la sociedad del siglo XXI en que vivimos, con su especulación, redes sociales y tráfico de influencias.

 

Una novela cuya publicación tenemos que agradecer a la editorial Tropismos, que tiene en Dominique Manotti a uno de sus puntales literarios más sólidos y contundentes. Una novela para disfrutar aprendiendo cómo se genera la corrupción y cómo se lucha contra ella: con paciencia, con calma, con integridad, con arrojo y decisión, sin titubeos. Y, cuando llega el momento de enfrentarse a los realmente poderosos, con un buen par de pelotas.

 

Una novela imprescindible.

 

La frase: “Jefe, permítame decirle que no está usted en la onda. Actualmente, ya no es delito hacerse rico ilegalmente. Es una demostración de inteligencia y buen gusto. Sólo los mediocres siguen siendo pobres en los ochenta.”

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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"La última fosa", de Alejandro Gallo, por Guillermo Orsi

"La última fosa", de Alejandro Gallo, por Guillermo Orsi

Cada nuevo libro de Alejandro Gallo me sorprende. A diferencia de autores que arman su carpa y se instalan en ella luego de cavar trincheras a su alrededor -léase un estilo propio o copiado, un personaje que se repita y les asegure los garbanzos del guiso diario, un esquema narrativo que no dé sorpresas-, Alejandro Gallo experimenta, se mueve de un lado a otro o inventa los propios sitios desde los cuales contar, de maneras distintas pero siempre atractivas, sus historias.


En La última fosa, su personaje Ramalho da Costa emprende una investigación que le atañe personalmente, pero no lo hace en soledad sino estableciendo una pintoresca y muy divertida sociedad con el Coronel, un decrépito que, anclado en sus tiempos revolucionarios de la década del ´30, obliga a Ramalho a mirarse también en el espejo del pasado.


El tono liviano, por momentos de comedia, alivia pero no distrae de un tema que hunde sus raíces en la ominosa represión del fascismo. Si en Caballeros de la muerte los pasos de la venganza podían oírse en las entrelíneas del texto como en una acera desierta, en La última fosa todo parece diluirse en el tono de deliciosa picaresca que la literatura española ha cultivado desde el siglo diecisiete. Nada más engañoso, sin embargo. La tragedia de un tiempo cuyas heridas siguen abiertas es abordada por Gallo con la perplejidad y el espanto de quien se asoma al escenario de un crimen que se está cometiendo. Testigo fiel pero también comprometido con una causa inmune al olvido, el narrador despliega su arte animando a Ramalho y al Coronel en un viaje que, bajo el disfraz de un leve paseo por alguna fragante costanera pueblerina, despliega en el desenlace de la novela su verdaderó carácter de travesía por los infiernos.


La Revolución del ´34 ha encontrado en Alejandro Gallo algo más que un cronista. Negra y chispeante como un fuego en la tormenta, La última fosa estalla en la sensibilidad del lector menos avisado, comprometiéndolo en una lectura vertiginosa pero intensa hasta la última página. Y si lo más importante a destacar es el talento de su autor, no lo es menos señalar que la historia de la España combatiente y revolucionaria ha encontrado en Alejandro Gallo a un narrador consecuente de la epopeya de su pueblo.

 

Guillermo Orsi

Retrato de familia con muerta

Retrato de familia con muerta

 

Si empezamos esta reseña diciendo que la nueva novela de Raúl Argemí, Retrato de familia con muerta, publicada por Roca Editorial, ha sido galardonada con un premio literario, no creo que vaya a sorprender a nadie. Porque, hasta la fecha, todas las novelas de Raúl que se han publicado en España se han llevado alguna distinción. A estas alturas, es difícil recordar todos los galardones atesorados por uno de los narradores más potentes, sugestivos, duros y comprometidos de las letras escritas en castellano.

 

La nueva novela de Argemí ha ganado uno de los premios más jóvenes de nuestro panorama literario, pero también uno de los más prometedores y mejor considerados entre los aficionados a las letras policíacas: el Premio Internacional L´H Confidencial de Novela Negra.

 

Si el año pasado, la primera edición del premio recayó en Joaquín Guerrero-Casasola, un mexicano afincado en Barcelona que contaba el Distrito Federal más caótico y sinsentido; en esta ocasión ha sido un argentino, igualmente afincado en la ciudad condal, el que ha contado la realidad más sangrante de una Buenos Aires salvaje que, contra lo que el uso de tales adjetivos pudiera hacer presuponer, no acontece en las Villa-miserias de los arrabales ni está protagonizada por pandilleros drogadictos o representantes del lumpen más tirado y miserable.

 

Retrato de familia con muerta se desarrolla en lo que se conoce como un country, una especie de urbanización privada, enrejada y protegida por guardias de seguridad en que no está claro si las grandes y costosas medidas de seguridad persiguen que los malos no entren... o no salgan.

 

Porque, ¿quiénes son los malos en la novela de Argemí? ¿Y los buenos? De los mejores hallazgos de la novela es la denominación de “los inocentes”, aplicada a esas personas que siempre parecen estar por encima del bien y del mal, vestidas de impoluto blanco nuclear, bien peinadas, guapas y siempre ataviadas para la ocasión. Los inocentes, protagonistas y artífices del viejo aforismo: “Entre todos la mataron y ella sola se murió”.

 

Ella, en el caso que nos compete, es una señora de la alta burguesía. Pero podría fácilmente ser un trasunto de la democracia, en general, de la esperanza en un mundo mejor. Del futuro de un pueblo, de un país, encerrado y rigurosamente vigilado y controlado para que no se desmande.

 

Contar de qué va Retrato de familia con muerta no es necesario. Podríamos decir que es una novela negra que encantará a quienes no son especialmente aficionados a la novela negra ya que, pocas veces el “quién lo hizo” tiene tan poca importancia. Una novela negra en que la investigación llevada a cabo por un juez insobornable y hasta cierto punto trastornado, adicto y enganchado a su obsesivo trabajo sirve para mostrar los entresijos de una sociedad neocapitalista en que quedan puestas de manifiesto la contradicciones de las teóricas socialdemocracias modernas, que fomentan unos sistemas cada vez más clasistas y exclusivistas.

 

Y todo ello narrado con el estilo fragmentado, los capítulos cortos, la multiplicidad de puntos de vista, la ironía y el brío habitual de un Raúl Argemí que, efectiva y posiblemente, haya escrito su obra maestra. Hasta el momento. Porque no dudamos, ni por asomo, de que su novela del año que viene será mejor que ésta y peor que la del año 2010.

 

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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Camino de ida

Camino de ida

CAMINO DE IDA

Carlos Salem

SALTO DE PÁGINA

 

No sé, querido lector, en qué onda literaria te mueves. No sé si eres uno de esos sufridos lectores, capaces de aguantar que el protagonista de una novela tarde quince páginas en subir unas escaleras mientras medita sobre el ser y la nada o, al contrario, eres un fuguilla al que le encanta que pasen cosas en los libros.

Muchas veces, desde este lado del teclado, no sabemos cómo ni a quién nos dirigimos. Entonces, podemos escribir que “Camino de ida”, de Carlos Salem, es una novela cojonuda y, quizá, si eres de la facción plúmbeo-lectora, te mosquees conmigo y me consideres una persona frívola, poco seria e indigna de ser tomada en cuenta.

Porque en cuanto cruzas las primeras páginas de “Camino de ida”, publicada por la editorial Salto de Página, y transitas de la Argentina de 1911 al Marrakech del siglo XXI, te das cuenta de que estás ante una novela distinta, una novela espídica, loca, salvaje, libertaria, caótica, hilarante, demencial y, sobre todo, una novela fantástica. Una novela mestiza en que se mezclan géneros, paisajes y personajes. Una novela que transcurre en tiempos imposibles para convertirse en una feliz ucronía. Una novela global en la que los viajes, el fútbol y los traficantes se dan la mano en una trama imposible cuya lectura se hace ineludible y obligatoria.

Me lo había advertido Cristina, lectora voraz poco dada al elogio desmesurado: “Ten en cuenta que, cuando empieces a leerla, te quedarás sin vida social hasta que la termines”. Y tanto que sí. Una novela para leer de un tirón, dejando descoberturizado el teléfono móvil y poniendo el cartel de “No molesten” en la puerta de casa.

“Si hay miseria, que no se note”. Bajo esa premisa, un calzonazos llamado Octavio, que cree haber matado a su mujer en un hotel de Marrakech, iniciará una vertiginosa carrera delincuencial que le hará transformarse en el héroe proteico y desfacedor de entuertos que todos hemos querido ser alguna vez en nuestra vida. En su huida hacia delante, coincidirá con Soldati, un empresario y guerrillero argentino que se encuentra en una encrucijada, al haber fracasado su último negocio: vender helados en el desierto. Y entrará en escena un tal Charlie, hippie sesentón con una idea fija en la cabeza: cobrarle una deuda de honor al mismísimo Julio Iglesias.

Sí. Con esos mimbres se puede construir una novela. Hace falta, eso sí, sentido del humor y talento a raudales. Y de ambos está bien sobrado un Carlos Salem que, en “Camino de ida”, lo borda, a través de una prosa afilada y cargada de sentido.

“-Todavía no sé porque nos fuimos- objetó Octavio.”

-Porque siempre hay que irse, Octavio. ¿O es que a su edad todavía no sabe que la vida es camino de ida?”

Uno, a estas alturas, sí tiene plena conciencia de que la vida se vive una vez, de que hay que disfrutarla, reivindicando un Carpe Diem aplicable a todas y cada una de las esferas de nuestra existencia. Como es la del leer. Y, por eso, conmigo no cuenten para leerme tochos infumables de literatura trascendental. A mí, recomiéndenme muchos “Caminos de ida”, por favor. Les quedaré eternamente agradecido.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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Y punto.

Y punto.

Y PUNTO.
Mercedes Castro
ALFAGUARA

Hay libros que me dejan tan buen sabor de boca que esta expresión adquiere un significado literal. Sí, tal vez sea complicado explicarlo con palabras pero, en ocasiones (en contadas ocasiones, todo hay que decirlo), enfrentarme a una novela que me atrapa hace que, al final de una intensa sesión de lectura, experimente una extraña sensación en el paladar, el regusto agradable de haber quedado satisfactoriamente saciado, listo para un buen chupito de orujo blanco (nada de medianías como los de hierbas o el licor de café) como después da dar cuenta de una opípara comida. Tal es el caso de Y punto., de la escritora gallega Mercedes Castro. Una primera novela que nadie diría que lo es, pues más bien parece la obra duramente trabajada de una escritora con muchas páginas de vuelo que la respalden.

Resulta sencillo encontrar a nuestro alrededor lobos disfrazados con piel de cordero. De hecho, en estos tiempos electorales que corren, basta ver cómo muchos de ellos aparecen colgados de las farolas en cualquiera de nuestras ciudades o pueblos. En efigie publicitaria, pero colgados al fin y al cabo. Más complicado resulta lo contrario, lo del cordero que utiliza una piel de lobo para defenderse del entorno que le ha tocado vivir.

Así es la subinspectora de policía Clara Deza: mal hablada, poco sutil, más bien borde, radicalmente visceral y, sin embargo, capaz de desprender una ternura que la hace irresistible a pesar de su proverbial impertinencia. Y es que conforme la vamos conociendo nos damos cuenta de que todo eso es una pose, un mecanismo de defensa con el que debe protegerse del entorno sumamente machista en el que le ha tocado trabajar, el ambiente de una comisaría llena de viriles agentes siempre dispuestos a presumir de sus conquistas y sus hazañas aunque a veces apenas puedan evitar desmayarse ante la visión de unas gotas de sangre. Cómo no va a actuar así Clara si el primer tipo con el que se encara cada mañana es un guardia seboso al que más le valdría estar jubilado y que no deja de recordarle que no se debe llegar cuarenta minutos tarde, que treinta quizás, pero cuarenta... Eso sólo lo hacen las mujeres.

Clara vive intensamente todas sus vidas: la familiar, que comparte con un marido abogado, una suegra a la que jamás llegará a conocer a fondo y un secreto con el que no merece la pena amargar la existencia de quienes la rodean; y la laboral, rodeada de colegas que la ignoran, que la verían mejor en casa y no jugando a ser una chica dura, de jefes que la subestiman, de algunos compañeros -los menos- que la aprecian sinceramente y se sienten obligados a protegerla de las inclemencias del trabajo diario, de putas, yonquis y confidentes que demuestran más calidad y calidez que la supuesta gente de bien.

Así, a lo largo de la novela y apoyada por sus recuerdos y sus variados gustos musicales, la voz narradora y Clara Deza -mano a mano y combinando con precisión la tercera y la primera persona sin que esto suponga confusión alguna para el lector- nos irán desnudando con un contundente lirismo nada amanerado, presente continuamente en la narración, la hipócrita realidad en que no les queda más remedio que vivir... Cogidos del brazo de la protagonista patearemos sin descanso el Madrid residencial y el Madrid suburbial; sufriremos con ella sus propios miedos, querremos decirle que no siempre tiene razón, que a veces se equivoca al estar siempre a la defensiva porque no todo el mundo está contra ella; e iremos conociendo como si los hubiéramos parido a un montón de individuos a cuál más peculiar.

Porque aunque en Y punto. casi todo el peso recaiga sobre las espaldas de Clara Deza, no podemos obviar las excelentes caracterizaciones de los personajes a los que odia o ama, ya que Clara no se permite términos medios: su marido, siempre correcto aunque capaz de sorprendernos con algunos de sus arranques de genio; esa suegra de la que se puede esperar cualquier cosa; un ex novio colgado de una peluquera de barrio -no sé por qué, uno de mis personajes preferidos-; Nacho y Santi, los hombros sobre los que llorar cuando lo necesita; Culebra y Olvido, el fracaso y el éxito como las dos caras de una misma moneda; o sus superiores, Bores y Carahuevo; o las dos inclasificables panteras de Malasaña... Todos ellos al servicio de una trama criminal perfectamente engrasada que acompañará a Clara al tiempo que nos muestra su evolución personal, hasta llegar a un desenlace que deja los suficientes frentes abiertos como para confiar en que, tarde o temprano, la tendremos de nuevo entre nosotros.

Puede que a algunos lectores les asuste la idea de meterse en el cuerpo una novela de algo más de 600 páginas, pero que nadie caiga en el error de enfrentarse a ellas leyendo en diagonal -como dice la narradora que hacen muchos editores- para ir al grano sobrevolando rápidamente lo accesorio: en Y punto. no hay nada accesorio y se perderán la pasión por la Literatura que se manifiesta en cada una de las líneas, incluso, si me apuran, en cada una de las palabras sabiamente elegidas.

Una novela dura y hermosa. Descarada, pasional, amargamente divertida en ocasiones. Una novela, en suma, apta para todos los públicos: para quienes no sentimos ningún rubor al aceptar nuestra adicción por el género negro porque encontraremos en ella todos los elementos que jamás deben faltar en una novela criminal que se precie de serlo; y para aquellos que suelen mirarnos por encima del hombro por nuestro inconfesable vicio, porque les demostrará que no existen géneros menores ni mayores, sino mala o buena literatura. Y punto.

Ricardo Bosque

 

El factor Einstein

El factor Einstein EL FACTOR EINSTEIN
Andrés Pérez Domínguez
MARTÍNEZ ROCA

¿Sabían ustedes que, antes de la Guerra Civil española, durante los tiempos de la República, se tanteó a un tal Albert Einstein para que, tras haberse exiliado de una Alemania que ya olía a nazismo y antisemitismo, se instalara en España, a través de una cátedra que se le daría en la universidad madrileña? ¿Sabían ustedes que, a resultas de esas gestiones, Einstein hizo buenas migas con algunos científicos españoles que, finalmente, también terminarían exiliados en los EE.UU.?

Pues sí. Todo ello es cierto. Y partiendo de esa anécdota, el escritor Andrés Pérez Domínguez ha construido una sólida historia titulada El factor Einstein, publicada por Martínez Roca, una novela ambiciosa, voluminosa, en la línea de los mejores libros de espías de los más reputados autores internacionales.

Porque El factor Einstein transcurre en los EE.UU. de preguerra así como en el Berlín enfebrecido con los nazis. Uno de los mejores capítulos de la novela se encuentra al principio de la misma, cuando Frida ha de encontrarse con un sujeto en un café de la capital alemana. La tensión en que transcurre la persecución y abordaje está perfectamente lograda.

Hablamos de una historia tradicional de espías, con agentes dobles, estrategias, persecuciones y asesinatos en la que el mejor papel corresponde a Frida, una Matahari de los nazis que, convencida de su misión, aún tiene resabios conservadores que la hacen desdoblar su personalidad entre la Frida científica, ilustrada e intelectual y la Frida asesina, convencida de que tiene una misión entre manos que la obligará a mentir, engañar y, llegado el caso, hasta a matar.

Pero ¿cuál es el McGuffin de la historia? ¿Qué pone en marcha a Frida y por qué un Einstein en horas bajas como científico aún tenía un importante papel que jugar en el concierto de la alta política mundial?

Una palabra, o mejor dicho, un concepto nos lo explica ya que a medida que los años treinta se ven abocados a una conflagración internacional, un mineral comienza a cobrar una importancia capital: uranio. Uranio para fabricar bombas. Unas bombas muy especiales: las bombas atómicas que pudieron ser posibles “gracias” a la famosa teoría de la relatividad de un científico genial que, en esta novela, también es una persona entrañable, cálida y cercana, a la que descubrimos en la intimidad de su exilio americano, tocando el violín, navegando en barco o haciendo gala de sus notables dotes de seductor.

Una novela de espías que, como todas las que se precian en este sector de la literatura, tiene cerca de seiscientas páginas, necesarias para contar una historia de largo alcance y amplio recorrido, con unos personajes muy bien perfilados y una atractiva trama, bien trazada y mejor resuelta.

A quien le gusten las novelas de intriga (que no negras y policíacas propiamente dichas) basadas en un periodo de la historia tan excitante como el de entreguerras, en El factor Einstein encontrará una extraordinaria novela con la que entretener las todavía largas noches de este extraño invierno que ya toca a su fin.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros
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Cartas negrocriminales

Cartas negrocriminales
Alguno de ustedes nos preguntaba qué significaba la referencia al Liceo y la ópera en nuestra última carta. Es el motivo fundamental que traerá a Donna Leon a Barcelona. Y como se quedará aún, el sábado en Barcelona, pues pasará por la única librería de Barcelona que no tiene escaparates pero tiene sotano.
 
Y queremos invitarles a los mejillones de cada sábado, pero con una invitada especial, muy querida por nosotros: la creadora del Comisario Guido Brunetti.
 
La chica de sus sueños, se publicará el próximo mes de Marzo. Es la nueva novela de Donna Leon. Les adjuntamos la relación cronológica de títulos, tanto en castellano como en catalán, para que ustedes revisen si les falta alguno. Y como siempre, no es preciso venir por la librería para que Donna Leon (no nos hemos olvidado del acento) les dedique un libro. Sólo tienen que decirnos a nombre de quién.
 
Y tendremos también a José Luis Ibáñez. Nunca tenemos suficientes libros. Espero que este sábado próximo haya suficientes ejemplares de Nadie debería matar en Otoño, para que no queden firmas pendientes.
 
Los buscadores de libros descatalogados, de libros y autores que no existen más que en la nostalgia, son de una pasta especial. Cuando encuentran alguno de sus libros buscados, hay un brillo especial en su mirada (el librero, que ve poco, juraría que salivan más...). Por ello en ocasiones nos entristece defraudarles. Un cliente estaba todo contento porque había encontrado un ejemplar de Matando en la sombra de S.S. Van Dine, publicado por Molino, en la Biblioteca Oro de bolsillo, allá por 1951. Tuvimos que preguntarle si ya tenía El caso Kennel, en alguna de las ediciones que se han hecho. Y decirle que no se lo llevara, que era la misma novela con diferente título. Decepción.
 
Out, Natsuo Kirino. Suburbios de Toquio. ¿Que es lo que une a Masako Katori, Yayoi Yamamoto, Yoshie Azuma, y Kuniko Jonouchi?. Hacía tiempo que no leíamos a una novelista negrocriminal japonesa. Ha corrido mucha sangre desde Masako Togawa.
 
Mala Vida reúne un conjunto de historias criminales extraídas de la mas pura y dura realidad. Una radiografía de un sector criminal en vías de extinción: los atracadores. Una raza muy singular de criminales, la mayoría, autóctonos, fraguados en base a códigos de honor tan anacrónicos como apasionantes. Tipos violentos o muy violentos. Mala Vida, es el último libro de Carles Quílez.
 
En Bolsillo de RBA ya está Resurrección, de Ian Rankin. Y la reedición, no eran fáciles de encontrar, de Casa Torcida y Las manzanas, de la "gata" Christie.
 
"Él me acusa de tener sentimientos. Me dice que soy débil y frágil, sutil, febril, casi pueril. Nada viril para mi profesión, y tendría que serlo, qué adonde va una mujer policía tan sentimental como a punto de romperse". Clara Deza, la protagonista de Y Punto, primera novela negrocriminal de Mercedes Castro.
 

Saludos negrocriminales y buena lectura

El enigma de París

El enigma de París

EL ENIGMA DE PARÍS

Pablo de Santis

Planeta

 

Surgió Truman Capote, como de la nada, luciendo un aparatoso abrigo de piel de conejo. Tras el apagón, la tormenta de luces de colores había descubierto su grotesca figura en un extremo de la mesa, como presidiéndola, provocando el estupor de aquellos que se habían reunido alrededor de la misma y no habían advertido su presencia. Cinco detectives -“los mejores del mundo”, apostillaba una jocosa voz en off- invitados a una mansión en pos de una prometedora sesión de cena y crimen de la que Capote sería el anfitrión.

Pocas veces el enfant terrible norteamericano abandonó el papel de dramaturgo y guionista para colocarse frente a la cámara, quizás la más recordada sea ésta, su encarnación del retorcido millonario Lionel Twain en Un cadáver a los postres.

Salvando las distancias, Pablo de Santis ha hecho en la literatura lo que el genial Capote en el cine, es decir, reunir a los más célebres representantes del oficio para ponerlos a prueba, para desmitificarlos. Se trata, por tanto, de un punto de partida no excesivamente original, pese a que la película estaba planteada como una parodia del género, y la novela de de Santis como un homenaje. Sin embargo, el autor argentino va más allá, no serán cinco sino doce los elegidos y no será una mansión perdida en el mapa sino la capital francesa el lugar del encuentro. Es el París de 1889, una ciudad agitada por la inminente inauguración de la Exposición Universal y la culminación de un proyecto faraónico, la Torre Eiffel, que acumula centenares de detractores y enemigos a los dos lados del Sena. La intención de los Doce Detectives –así se denomina la sociedad que han formado- es la de instruir al público de la Exposición sobre el oficio de investigador, haciendo públicos, por primera vez, sus métodos de trabajo y sus casos más conocidos.

Pero no se lleve el lector a engaño, no se trata de una obra coral, el peso de la narración corre a cargo de Sigmundo Salvatrio, aprendiz de detective enviado a París desde Buenos Aires por su maestro, ya inválido y decepcionado con el oficio. Salvatrio será testigo de la rivalidad existente entre los miembros de la sociedad y los recelos de los detectives por confesar sus técnicas de investigación, pero no tendrá el tiempo suficiente para instalarse en la ciudad cuando uno de los doce aparezca muerto a los pies de la Torre.

De la breve biografía que sobre de Santis se incluye en una de las solapas de la novela pueden rescatarse dos datos que quedan perfectamente reflejados en la redacción de El enigma de París. Para comenzar, su consagración al público juvenil gracias a una serie de novelas que le han valido, además, varios premios. Un trabajo que ha sabido combinar con el de guionista de historietas y cómics.

Gracias al primero, de Santis ha desarrollado una gran habilidad para describir personajes, la mayoría de ellos procedentes de un mismo estereotipo, destinados a facilitar al lector su construcción mental. Del segundo ha heredado su esteticismo, su capacidad para crear escenas visualmente atractivas y reflejar, de ese modo, la estética de la época.

Por el contrario, el escritor argentino no ha sabido dar vida a sus personajes por medio del diálogo. Quizás doce sea un número demasiado pretencioso, el caso es que ninguno de ellos posee una voz independiente, y comparten, además, el mismo discurso, profundamente contemplativo y filosófico, que acaba por saturar al lector. Asimismo, ha rechazado una de las características inherentes al guión de cómic: la brevedad y contundencia, con lo cual el desarrollo de la trama se ve entorpecido por varios pasajes, claramente prescindibles, cuya única función parece ser la de aumentar el grosor de la obra.

Sin embargo, el principal desequilibrio está en el ritmo, la novela tiene ciertos altibajos en la narración y en ellos se siente el entusiasmo de su autor. Quizás el problema se encuentra en la génesis de El enigma de París, el planteamiento de la obra como un homenaje a un género, una novela que a la vez fuera todas. De Santis creyó conseguirlo con el relato de los casos más célebres de sus personajes, claramente inspirados en los redactados por Doyle, Christie, Highsmith, Chesterton... y en los que pretende demostrar la definición de “enigma” para cada uno de ellos. El resultado es un pastiche que sí reúne todos los elementos que han hecho de la novela de intriga y de detectives de consumo adictivo (una trama bien construida, ciertas dosis de tensión entre los personajes, algún toque esotérico...), pero deriva en un conjunto recargado y empalagoso que, por momentos, parece no convencer siquiera a su propio autor.

En contraposición a ese agotamiento, de Santis pone en práctica una de sus armas más efectivas: la adicción que ejerce sobre el lector. Se vale para ello de la dosificación de las revelaciones, la creación de nuevas intrigas y muertes, y la expectación causada por la evolución de su protagonista, Sigmundo, a lo largo de la narración. Se sirve, también, de la belleza, la de su prosa algo clásica, la de sus metáforas y la de las lúcidas reflexiones de sus personajes. Pero nada de ello consigue suavizar el sabor final, más bien agridulce, de esta novela de detectives con pretensiones de intérpretes de la vida.

Á. Vicente Palazón

 

Santuario de sombras

Santuario de sombras Santuario de sombras describe dramáticas y dolorosas anécdotas, tratando la marginalidad y el tráfico ilegal de las personas y traspasando la ficción para parecer un relato de la realidad.

La metáfora del título de esta obra: las sombras son los testimonios reales recogidos entre supervivientes que han intentado atravesar el mar hacia Estados Unidos. Se podría definir la escritura de Amir Valle de literatura humanista, durante las 200 páginas de este premio, novela criminal desgarradora y de denuncia con un narrador que interpreta vidas. Protagonizada por un policía solitario e investigador criminal, Alain Bec, y Alex Varga, intenta crear conciencia de una de las situaciones más crueles que hay en su país, este mundo siniestro que es el de los balseros, familiares de víctimas que buscan justicia por los crímenes cometidos por un grupo de traficantes sin escrúpulos; estos, los balseros, son los verdaderos protagonistas de la novela que relatan sus dramáticas anécdotas y su dolorosa perspectiva.

Una lucha que es dura y tiene momentos tremendos. El dolor de una gente cuyo único objetivo es salir de Cuba, un objetivo largamente planeado como es el exilio.

La novela tiene narradores diferentes, uno por cada personaje principal que se implica en la búsqueda de la justicia. Uno de los personajes más impactantes es Ignacio, que cree que sus tres hijos y su mujer siguen vivos; para ello Amir Valle le hace hablar en su novela Santuario de sombras en plural, pero que no es un plural mayestático sino que en la memoria de Ignacio está todavía su familia, sigue pensando que todavía viven y tendrá que morir para que puedan estar juntos.

Los que han muerto, leyendo este libro Santuario de sombras, parece que están vivos.

Hay un momento curioso en la novela en el cual Amir Valle menciona a un personaje llamado Amir Valle: ¿autohomenaje? Lo dudo, como es la primera novela que leo de Amir Valle no capto el matiz, pero reconforta leer hechos como los que ocurren en un país mitificado, muy mitificado por una izquierda europea.

No queda nada de aquel Fidel que encarnó los sueños ingenuos de los europeos.

El escribir sin miedo, sin censura, con libertad, eso sí es uno de los sueños ingenuos de muchos escritores que viven en la isla.

Conrad decía que sobre todo escribía para que la gente viera; esta novela es para que la gente vea.

Dice Amir Valle que esta novela no se hubiera podido escribir si los verdaderos protagonistas no hubieran permitido con su ayuda todo el aporte de información; es un homenaje en definitiva a todos los que han cruzado o intentado cruzar hacia Estados Unidos.

Escrito con emoción, emociona y entristece; sin embargo su escritura es sobria y para nada lacrimógena. Cuando uno escribe sobre algo tan cercano, sobre un país al que se quiere mucho, tiene que estar en una realidad paralela, porque si no cuando uno está afectado no escribe.

Escribir ficción ¿es un refugio? Hay una mirada ficticia, una mirada de la imaginación; el libro tiene verdadera vida. Aunque es su cuarta novela de la serie puede leerse independientemente.

Marta Farreras

Testigo involuntario

Testigo involuntario

Tradicionalmente siempre que en la literatura policial nos hemos referido al thriller legal hemos pensado, instintivamente, en esa pléyade de escritores anglosajones, sobre todo norteamericanos, empezando por Erle Stanley Gardner, autor del celebérrimo personaje Perry Mason, y finalizando, por ahora, en John Grisham, que han entretenido nuestras horas más mustias con intrigantes historias en las que brillantes abogados, que habitualmente se asemejan más a detectives o policías que a los anodinos y burocráticos intérpretes de las leyes con los que solemos tratar en nuestra vida cotidiana, desbaratan las acusaciones que unos policías venales o simplemente ineptos habían intentado construir en perjuicio de algún honesto ciudadano acusado injustamente de un terrible crimen.

Esas historias, normalmente, se fundamentan en dos pilares típicamente norteamericanos. Uno, ideológico, consistente en que el sistema funciona y es correcto, viéndose tan sólo distorsionado, en ocasiones, por factores estrictamente humanos, pero al final la justicia y la verdad, con la ayuda de abogados que cobran tropecientos dólares por hora, eso sí, acaban triunfando y el falso culpable es capaz de demostrar su inocencia. El segundo punto de apoyo de ese tipo de historias es, precisamente, el sistema legal norteamericano, con esas animadas vistas orales que en ocasiones parecen auténticos espectáculos que pueden dejar chiquitos a los que diariamente se representan en Broadway.

En la vieja y escéptica (a veces demasiado escéptica) Europa, por el contrario, no funcionan esos dos conceptos. Sabemos, o creemos saber con más cinismo que cordura, que el sistema, hagamos lo que hagamos, jamás va a funcionar. Y nuestros procedimientos judiciales, herederos del código napoleónico, no se prestan, quizás afortunadamente desde un punto de vista meramente legal aunque ello dificulte su plasmación literaria, a ser utilizados por los autores de género negro a la hora de pergeñar sus historias. Por eso cuando un autor europeo es capaz de escribir un thriller legal ateniéndose a la verosimilitud de su propio sistema jurídico y sin perder por ello interés la novela, nos abalanzamos sobre él como quienes se encuentran perdidos en el desierto y divisan, a lo lejos, un oasis.

Eso es lo que ocurre con Testigo involuntario, la novela que Gianrico Carofiglio ha publicado en la colección que la Editorial Umbriel tiene dedicada al género negro. En ella un abogado que acaba de separarse y está de vuelta de todo, aunque a veces dé la impresión de que no ha ido a ningún sitio, acepta encargarse de la defensa de un hombre acusado de la muerte de un niño. La acusación contra él es aparentemente muy sólida y el sistema legal, inflexible, parece haberse conjurado en su contra. Aquí no caben conejos sacados de la chistera, como en las ya citadas novelas de Perry Mason, tan sólo la fe en la inocencia del acusado, una fe dubitativa, trasunto de la escasa fe que tiene en sí mismo Guido Guerreri, el abogado, y un pesado y poco vistoso trabajo en la sombra podrán conseguir dar la vuelta a la situación y que Abdou Tima, el acusado, sea declarado inocente.

Porque es que además el acusado, su nombre lo delata, es un extranjero, un inmigrante ilegal de origen senegalés sin familia ni amigos, salvo la mujer que contrata al abogado, un paria en una opulenta ciudad mediterránea cuyos ciudadanos han olvidado, al igual que lo hemos olvidado casi todos los habitantes del sur europeo, que no hace muchos años nosotros también éramos inmigrantes e incluso clandestinos. Y ésa es otra de las virtudes de Carofiglio, que no sólo es capaz de hacer un brillante cesto con los escasos mimbres que nos proporcionan nuestros hiperreglamentistas sistemas jurídicos, sino que lo utiliza además para diseccionar con valentía uno de los males que aquejan a nuestra sociedad, cada vez más globalizada pero menos solidaria.

Eso es Testigo involuntario. Un thriller legal, sí. Un buen thriller legal, por supuesto. Pero mucho más que un thriller legal.

José Javier Abasolo

Entre la promesa del verano y el frío del invierno

Entre la promesa del verano y el frío del invierno

ENTRE LA PROMESA DEL VERANO Y EL FRÍO DEL INVIERNO
Leif GW Persson
Traducción de Mayte Giménez y Frida Sánchez
EDICIONES PAIDÓS. ALEA

Afronto esta novela como la última lectura del año, tal vez animado por un título sugerente para las fechas en que nos encontramos (al menos en el hemisferio norte) o porque las casi setecientas páginas que me esperan requieren más tiempo libre del habitual y el parón navideño puede ser un momento propicio.

También lo hago con ciertos prejuicios hacia el autor, al que no conozco de nada pero cuya condición de sueco no lo sitúa entre mis gustos habituales, más centrados en la novela negra mediterránea y luminosa que en la nórdica y con pocas horas de luz solar al día.

Sin embargo, estos prejuicios se desvanecen en las primeras páginas de la novela, en las que me encuentro con un lenguaje irónico propio de Chandler o Hammett y unos personajes y ambientes que, aunque evidentemente fríos por las latitudes en que se desarrolla la acción, nada tienen que ver con aquello a lo que nos han acostumbrado otros autores suecos, noruegos o finlandeses.

Entre la promesa del verano y el frío del invierno es la primera de las novelas de Leif GW Persson que integran la trilogía El declive del Estado del bienestar, que Ediciones Paidós completará con las dos siguientes entregas a lo largo de 2008. Una novela en la que no encontramos a un protagonista absoluto que cargue con el peso de la trama, sino a un grupo de individuos, integrantes de los diferentes servicios de seguridad suecos (incluidos los secretos) en abierta lucha por averiguar lo que hay detrás del suicido de un estudiante norteamericano, John P. Krassner, así como lo que se ha ocultado durante años tras su vida y la de alguno de sus familiares.

Setecientas páginas pueden dar cobijo a muchos personajes, desde los policías más honestos como Lars Johansson, Wiklander o Bo Jarnebring hasta otros menos recomendables como Bäckström o Wiijnbladh. Mención especial merecen Berg, responsable de la Policía de Seguridad y, sobre todo, Waltin, policía cuyo grado de perversión sexual le convertiría, sin duda alguna, en alumno aventajado del marqués de Sade y al que espero seguir viendo en las próximas entregas de la saga. O Forselius, un matemático alcoholizado que, en los cincuenta, desempeñó un papel importante dentro de los servicios de espionaje suecos. Y como nexo de todos estos personajes, dos figuras que aparecen continuamente como motivo central de toda la novela: el primer ministro sueco más importante de todos los tiempos (ya sea con su identidad real o con el seudónimo por el que tal vez se le conoció en los tiempos de la guerra fría) y su asesor especial de extrañas atribuciones, un tipo del que no me fiaría ni para que me ayudara en un acto tan inocente como cruzar una calle peatonal. Con tráfico, ni les cuento.

Con lo dicho hasta el momento, ya se pueden hacer ustedes una idea de por dónde van los tiros (nunca mejor dicho) de la historia. Y es que el asesinato de Olof Palme y, sobre todo, su fulgurante ascenso político y la exploración que el autor hace de una hipotética relación del Olof Palme estudiante con la CIA e incluso los servicios secretos soviéticos, están en el centro de la trama. No sólo eso, sino que tal vez esas peligrosas relaciones sean la causa de que su muerte no haya sido todavía aclarada más de veinte años después.

Esta primera parte de la trilogía se centra en los meses previos al asesinato de Palme y, mediante el uso de diferentes voces narrativas que hacen que cada uno de los protagonistas conozca parte de la trama, el lector tendrá una visión de conjunto de esta parte de la historia reciente europea, así como de las hipótesis de trabajo (quizás realistas, quizás descabelladas) que el autor plantea.

Y es precisamente la diversidad de personajes y visiones parciales de la trama lo que permite el uso de estilos o lenguajes diferentes en función de cuál sea el personaje que protagonice el episodio de turno, pasando del humor cínico de Lars Johansson al relato inquietante de Waltin, del casi costumbrismo de Bäckström y Wiijnbladh al enigma que entrevemos cuando es el asesor especial el centro de atención.

Entre la promesa del verano y el frío del invierno es una buena, densa e intensa novela en la que el autor cuestiona la pretendida neutralidad sueca y rescata del interesado olvido su apoyo al régimen nazi, así como el derrumbe de pilares básicos del estado del bienestar que fue modelo para muchos países occidentales. Y es que Suecia ya no es lo que era… o quizás nunca fue lo que nos dijeron que era.

Ricardo Bosque

Visado para Shanghai

Visado para Shanghai Entre la historia que Qiu Xiaolong nos contara en Muerte de una heroína roja y esta, Visado para Shanghai, que nos llega ahora, de nuevo de manos de la editorial Almuzara en su colección Tapa Negra, ha pasado un tiempo prudencial y el inspector Chen Cao, además de seguir bien considerado por el partido de su ciudad, ha tenido que resolver un caso complicado en la ciudad de Beijing, del que en esta narración se apuntan algunas cosas, pero del que no terminamos de saber casi nada.

En Visado para Shanghai nos encontramos un caso de tráfico ilegal de personas, pero contado desde un punto de vista muy especial: ya sabemos que dicho tráfico existe. De hecho, tenemos localizado y detenido a uno de sus cabecillas, en EE.UU. Uno de los líderes de las Tríadas puede entrar en prisión, siempre que Feng testifique en su contra. Pero Feng ha puesto una condición: que su esposa Wen se reúna con él en los Estados Unidos.

Así, la agente Catherine viaja a Shanghai para acompañar a Wen a que se reúna con su marido. Una buena ocasión para una estudiante de chino de conocer de cerca el objeto de su estudio. Sólo hay un problema: Wen ha desaparecido.

Y hasta ahí podemos contar para no desvelar nada sobre la trama. Una trama que, en este caso, no resultaría especialmente complicada... si no hubiera sido porque en el Bund de Shanghai ha aparecido el cadáver de un hombre, asesinado a hachazos.

Tenemos, por tanto, al veterano inspector jefe Chen Cao, más maduro, más seguro de sí mismo, con menos dudas. Pero, en este caso, más que a investigar, le ponen como guía turístico de una funcionaria americana a la que, por un lado, no le puede pasar nada de nada. Por otro, no debe de ver según qué cosas de la China comunista posterior a los acontecimientos de Tiananmen.

Chen Cao, paciente como es él, conjugará sus labores de relaciones públicas con su olfato detectivesco, máxime porque la agente Catherine no se quiere limitar a hacer turismo por Shanghai. Así, a través de esta novela, los lectores tendremos una doble visión de la China actual: la oficial, que nos transmite el inspector, y la que es observada por los ojos escrutadores que vienen de fuera y que se lo cuestionan todo.

Y la dialéctica que se establece entre los protagonistas, por supuesto, ya que no sólo ven las cosas de forma distinta sino que sus métodos de trabajo son muy diferentes. Aunque hay cosas que les unen más allá de la investigación: la poesía.

Ya sabemos que el jefe Chen es poeta y, además, conoce muy bien la poesía tradicional de China. En este caso, su compañera está perfectamente cualificada para darle la réplica, lo que los lectores agradecemos enormemente al poder disfrutar de unos remansos de paz zen en mitad de una trama repleta de aventuras.

Porque Visado para Shanghai es más una novela a mitad de camino entre las aventuras y los viajes que puramente negra. Tiene un cierto toque a Fu Manchú, sobre todo en la resolución final del caso, que resulta de lo más ingenuo y simpático.

Una novela amable que se lee a toda velocidad y se disfruta párrafo a párrafo, paladeando las perlas poéticas con que Qiu Xiaolong va trufando su narración y que es el mejor de los guías para conocer la China de hoy, la más aparentosa y la más desconocida.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros
http://blogs.ideal.es/pateandoelmundo

 

Una novela de barrio

Una novela de barrio

Si no recuerdo mal, el triángulo isósceles es el que tiene dos lados iguales que descansan sobre una base cuyo lado es más corto. O algo así, que soy de letras y la Wikipedia, en cuestión de triángulos, es un follón.

¿A qué viene esto de los triángulos? ¿Quizá a que la última novela de Francisco González Ledesma tiene algo que ver con un hombre y dos mujeres o una fémina y dos tipos que se lo montan, sucesiva o alternativamente?

No. La referencia geométrica viene a cuenta de que Una novela de barrio está protagonizada por tres personajes principales. Uno es Méndez, el célebre inspector tan querido de FGL y, por supuesto, de todos sus lectores. Después, hay un tipo malo, un Leónidas/Erasmus frío, cínico y de lo más cabrón, que está realmente bien conseguido. Pero el tercer lado del triángulo viene de la mano de un tal Miralles que, de tan bueno, honrado y protector, se me ha hecho un tanto empalagoso, la verdad.

Y me da rabia no haber conectado con este Miralles, semejante en su concepción al Clint Eastwood de “En la línea de fuego”, que podría haber dado tanto juego. Y, sin embargó, me dejó demasiado frío.

La novela de González Ledesma, por tanto, galardonada con la primera edición del Premio RBA de novela negra, no llega a alcanzar la perfección de su memorable “El pecado o algo parecido”, premio Hammett de la Semana Negra del año 2003 y culmen de la narrativa de González Ledesma, pero se le acerca muy mucho.

Primero, porque Méndez sigue siendo el mismo policía de siempre, descreído, con el colmillo retorcido, ácido, sarcástico y rabiosamente independiente. Un Méndez que transita por las calles de una Barcelona que cada vez es menos suya. Un Méndez que no deja de descojonarse a costa del AVE y las comunicaciones, la novísima gastronomía catalana y sus restaurantes de súper lujo, los programas rosas de vísceras y sexo, la prohibición del tabaco o el rumbo del puterío y del periodismo del momento.

Un preciso análisis sociológico hecho a través del vitriólico humor de un Méndez que está pidiendo a gritos que le pongan su nombre a alguno de los callejones más infectos que aún queden (si quedan) en el Barrio Chino de la ciudad condal.

Y luego está el malo. Un malo al estilo de los de James Bond, un supervillano más malo que un dolor; cínico y sin remordimientos, bien adaptado a la sociedad que le acoge. Y, bueno, está ese Miralles del que antes hablábamos y del que prefiero no contar nada más.

La novela comienza con un crimen. Lógico, dado el género que estamos transitando. Pero lo curioso es que la identidad del asesino y sus motivos para serlo se conocen casi desde el principio. O, cuando menos, se intuyen. Pero da igual. Porque, como tantas veces hemos dicho, no es tan importante el quién lo hizo como el porqué. Y es en las razones, las justificaciones y las causas donde está el auténtico meollo de “Una novela de barrio” que se disfruta línea a línea, reflexión de Méndez a reflexión de Méndez.

Y, por supuesto, a través de los diálogos del propio Méndez con el Amores, un periodista en horas bajas, disertando sobre las bondades de cualquier tiempo pasado, que resultan antológicas y memorables.

Una novela negra y policíaca, un retrato de la España de ayer y de hoy que está de plena actualidad, un clarividente análisis sociológico de un país en plena transformación, pero en el que las cosas no son tan modernas como parece. Y que, por supuesto, es un más que justo y merecido premio RBA de Novela Negra, con valores intrínsecos que van más allá del homenaje a un maestro como González Ledesma.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros.

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El Ángel Negro

El Ángel Negro

En la quinta entrega del detective Charlie “Bird” Parker, John Connolly nos adentra en un mundo más truculento y misterioso que en anteriores tramas.


Si uno quiere adentrarse rápidamente en la lectura, se tendrá que preparar y sobre todo tener mucha paciencia, ya que el autor se encargará de marear al lector, aunque agradable, de una forma desorbitada. Nos sentaremos delante de nuestro TV u ordenador y observaremos el vídeo que nos regala, bien página web u obsequio al comprar el libro, sobre su aventura en el osario de Sedlec en la República Checa.
Gran parte de todo lo que se narra en esta novela, es pura mitología, pero con pasajes reales en la historia de Europa. Los monasterios aún permanecen en pie.


Uno al acabar la lectura se sentirá inquieto y con ganas de visitar el lugar de los hechos.


Para los amantes de este autor negro sobrenatural, esta nueva aventura cambia a mi modo de pensar la lectura que nos ofrecía en anteriores entregas. Ya nadie está a salvo.


Parker es un estigma marcado de por vida, incluso para el autor; que tuvo que hacer un breve descanso y hasta este año no ha vuelto con una trama en que participe tan singular detective.


Empezaremos con “Entre guirnaldas de fuego cayeron los ángeles rebeldes”. Las dos primeras páginas nos engañarán.


Pero pronto comenzará la acción cuando Martha, tía de Louis (amigo de Parker), busca a su hija descarriada por las calles de Nueva York. Pero su hija no aparece. Aunque pregunta por los peores rincones de la ciudad, sólo recibe malas maneras y alguna que otra sorpresa.


No le queda otro remedio que acudir a Louis (protector en teoría de la chica) y que debido a las circunstancias de la vida, no pudo controlarla y vivió su vida. El asesino a sueldo favorito de todos, tras enterarse de la noticia se sume en una catarsis que pondrá toda su vida en alerta roja.


Mientras tanto, su amigo Charlie Parker sigue sufriendo los efectos agitados de su vida y ello repercute en su actual matrimonio. Se va rompiendo a pedazos.


Entre Louis, su pareja Ángel, y el propio Parker empieza la búsqueda de la chica, pero los fantasmas del pasado siguen persiguiendo a los protagonistas. Todo relacionado, todo oscuro, todo lamentable, todo distorsionado.


El riesgo constante de todos los personajes salpica la novela y la ubicuidad de los mismos genera un revoltijo emocional; en cada una de las piezas de este enigmático ajedrez nos van facilitando las pistas.
La traslación de siglos, con barbaries de todas índoles para guardar unas enigmáticas cajas metálicas que dentro guardan un trozo de vitola que servirá para encontrar un Ángel Negro.


Subastas, osarios, esculturas terribles, demonios y seres abominables dirigirán la trama en una persecución sin cuartel por toda la geografía americana y parte de la europea.


La particular visión-denuncia de los Crímenes de Juárez, el narcotráfico fronterizo, la prostitución, el proxenetismo y el tráfico de armas son una buena manera de consumir las páginas hasta el final, donde comenzó todo, Sedlec, pero cuándo...



El Ángel Negro
John Connolly
Tusquets 2007

Por José Andrés Espelt