El favor por Julio Colil
Llegué a su departamento a mediodía. Estaba asustada. El cliente había muerto de un paro fulminante. Estaba sobre la cama, desnudo y frío. Como pude lo vestí y lo saqué arrastrando como si fuéramos dos borrachos. Lo subí al auto y lo senté. Ella me sonrió satisfecha. Me dijo que tenía otro cliente dentro de media hora y que me devolvería el favor. Se despidió con un beso. La ciudad parecía desierta a esa hora. Pensé que lo mejor era hacerlo parecer un robo. La gente queda contenta cuando encuentra un motivo. Sólo necesitaba arrojarlo en alguna parte, pero por más que pensaba no sabía donde hacerlo. No podía seguir todo el día con aquel cuerpo a mi lado. Delante de mí divise un auto que llevaba una alfombra enrollada. Quizás esa era la mejor forma de transportarlo. Seguí a aquel vehículo hasta que se detuvo en una bomba para cargar combustible. Había mucha gente alrededor, familias con niños que iban y venían. El tipo se bajó y caminó hacia los baños. Era mi oportunidad. Rápidamente me bajé, tomé aquel bulto y lo subí a mi auto. Ahora sólo me quedaba cubrirlo con aquella alfombra y arrojarlo a un río.
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