El Paquete de Francisco Piquero
Jimmy me trajo el paquete a media tarde. Su forma era inconfundible. Jimmy lo sostenía con torpeza. Era evidente que no solía portar paquetes como aquel. Me levanté para tenderle la mano como hacía todos los miércoles cuando llegaba a recoger la recaudación. Lo dejó sobre la mesa, al lado del viejo cenicero sembrado de cigarros. Lo miré. Fumar, pensé entonces; estirar unos minutos el tiempo, dilatar lo inevitable, repasar una vez más el procedimiento mil veces imaginado. Pero nada de eso era posible, así que volví al raído sillón y rasgué el papel encerado con un ligero temblor en las manos, que traté de disimular con una sonrisa y una frase intranscendente. Sabía lo que representaba aquel paquete para quien me lo había enviado. También sabía lo que significaba para mi vida en la organización. Jimmy, sin embargo, no sabía nada. Un mes antes me habían dicho: cuando recibas el libro debes actuar inmediatamente. Así que fingí interesarme por el título mientras mi mano extraía la pistola del cajón, y me dispuse a cumplir con mi cometido. Jimmy se quedó helado al ver el cañón señalándole la frente y aún así acertó a decir sus últimas palabras: ¿Peter Pan?
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