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Ley Garrote

Ley Garrote
Desde luego, no sería Ley garrote la novela que, cuando intentaba enamorar a mi Sacai, le habría regalado para terminar de convencerla. Tampoco sería la novela que recomendaría a mi suegra, Fina, cuando me pide algún consejo lector.

No. Ley garrote no es la novela que le diría a Mamen que leyera, en su actual estado de buena esperanza ni, tampoco, sería la que le regalaría a un amigo convaleciente en la cama de un hospital. Nunca regalaría Ley garrote a mi jefe por Navidad y, desde luego, no sería el presente que haría a mi Amigo Invisible si alguna vez hubiera participado de tan extraña costumbre.

Porque Ley garrote es una de esas novelas que, de puro salvaje, ácida e irreverente, deja poso, tizna los dedos de las manos. Es un libro que mancha y que, a buen seguro, eleva los niveles de contaminación de las casas en que su prosa salvaje haya podido ser devorada por el incauto lector de turno.

La mayoría de quiénes nos dedicamos a esto de comentar libros y películas, alguna vez hemos incurrido en ese lugar común que es definir el cine o la literatura como el fino escalpelo que el autor/director emplea para diseccionar la realidad oculta de una sociedad. En el caso de la novela de Joaquín Guerrero-Casasola, más que un delicado bisturí, lo que el autor utiliza es, directamente, un martillo pilón.

Y eso es así, posiblemente, porque no hay fino bisturí capaz de enfrentarse a un monstruo del calibre del DF. Fijo que el cirujano que intentara la operación, se quedaba con el instrumental mellado e inservible de por vida. Así que, bienvenido sea el martillo pilón para contar una historia que, la portada del libro, editado por Roca editorial, describe así: “En México DF, un investigador sui géneris anda tras la pista de una joven secuestrada, arriesgando su integridad física y su salud mental.”

Efectivamente. Gil Baleares es un detective cuya máxima prioridad es comprarse un coche nuevo y, para ello, cuenta con el salario que espera ganar resolviendo el secuestro de la señorita Del Moral. Sin embargo, lo que parecía un asunto relativamente sencillo, se irá complicando cada vez más, aderezado todo ello con palizas, persecuciones, golpizas y balaceras.

Y, para colmo, el alzheimer galopante del padre de Gil le va a complicar a su hijo la vida aún más. Porque el Perro Baleares, con la cabeza ida, puede ser temible, y no dudará en intentar abusar de la mujer que le cuida, golpear a quién sea necesario para salirse con la suya y actuar como un niño salvajemente travieso y agresivo.

¿Cómo funcionan las mafias de los secuestros? La respuesta está en Ley garrote. ¿Queremos saber algo sobre corrupción policial, la vida de los burgueses en el Distrito Federal, sus vicios y pecados? Ley garrote. ¿Queremos reírnos a carcajada limpia con las peripecias de un antihéroe tan patético y lamentable como entrañable y simpático? Ley garrote.

Así, y aunque fuera una apuesta fuerte y valiente, no es de extrañar que esta novela, sin concesiones, fuera galardonada por el Premio Internacional de Novela Negra L`H Confidencial 2007. Su autor es de los que no se casan con nadie y de los que, al hipotético consejo de que suavizara algo algunos pasajes de su novela, respondería con una buena inyección de hemoglobina, unos cuantos huesos rotos, un par de botellas de tequila y una buena balacera.

Impagable.

Jesús Lens Espinosa de los Monteros

http://blogs.ideal.es/pateandoelmundo

 

 

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