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Una fugaz conversación con Luis Adrián Betancourt por Lorenzo Lunar

Una fugaz conversación con Luis Adrián Betancourt por Lorenzo Lunar

Entre las novedades editoriales de esta Feria del Libro uno de los títulos que más expectativas ha creado en los lectores es Batista, últimos días en el poder, obra a cuatro manos entre Luis Adrián Betancourt y José Luis Padrón publicada por Ediciones Unión.

“Este es un relato testimonial que rememora los últimos días del tirano en el poder y las acciones que culminaron con el triunfo de la revolución cubana”, me explica Luis Adrián, durante un fugaz encuentro que sostuvimos en el recinto ferial de La Cabaña. “Ahí está todo el mes de diciembre de 1958 y el primer día de 1959. Santa Clara aparece con todo su tributo de lucha y me hubiera gustado mucho profundizar más en su episodio decisivo”, amplía.

La última obra de Luis Adrián Betancourt que encontré en librerías antes de esta novedad fue Un topo en el buró de investigaciones, también del género testimonial.

- ¿Sientes alguna predilección especial por el testimonio como género? –le pregunto en medio del tumulto sabatino.

- Cuando escribo, no pienso en los géneros, no quiero tener esa limitación –responde sudoroso mientras buscamos un lugar tranquilo para nuestra breve conversación-. El encasillamiento en géneros se lo dejo a los especialistas. Lo mío es escribir y a veces ni sé por qué lo hago, supongo que por instinto. Un topo en el buró de investigaciones lo escribí por el simple hecho de compartir una historia que me contaron. Lo de Batista es diferente. Nació de un trabajo periodístico que se fue complicando. En eso también estaba José Luis Padrón, nos aliamos, y terminamos escribiendo este libro que nos llevó más de diez años, la mitad de los que dice Gardel que no son nada. Tengo sin publicar otro libro testimonial, sobre los planes de atentados contra el Comandante en Jefe, y este año pienso terminar un libro sobre La Coubre que llevo pastoreando hace 49 años y ya no da más.

-¿También testimonio este último?

-Creo que sí.

-Sin embargo…

-Claro, tú lo sabes mejor que nadie –sonríe, quizás porque encontramos un recodo entre las murallas, a pleno sol, pero al menos sin recibir empellones de los paseantes-. No creo que me vaya a alejar definitivamente de la ficción. De hecho tengo varias novelas a medio camino y otras esperando la ocasión y el tiempo disponible. Y no he dejado de escribir cuentos policiacos. Me gustaría muchísimo escribir un tema santaclareño, pero  mi distanciamiento de aquella realidad por tantos años tal vez me lo impida. Un buen amigo me dijo hace poco: ¨Ya tu Vigía no es tu Vigía, ya mi Condado no es mi Condado, nada se parece a nada¨.

Sí, Luis Adrián Betancourt es un villaclareño ausente. Nació en Placetas y vivió buena parte de su vida en Santa Clara, en el barrio La Vigía, hasta que se trasladó a La Habana donde ha desarrollado su obra literaria.

-Pero sabes que Santa Clara te espera.

-Sí, a mi Santa Clara querida debo ir pronto para firmar el contrato de publicación de mi novela Soldado sin guerra, próxima a salir por Ediciones Capiro. Luego me gustaría volver para su presentación, ojalá pueda ser en la próxima feria del libro.

- Y esta novela, ¿es policial?

- No exactamente. Se trata de un drama histórico. Es la aventura de un hombre durante los primeros años de la revolución. Años de indecisiones y definiciones al mismo tiempo para muchas personas. Una novela que tiene su clímax durante los días de la batalla de Playa Girón.

-¿Y el policiaco?

-Bueno, una de las novelas que te comenté tengo esperando la ocasión, es un thriller de lo que pasó dentro del Gran Hotel, hoy Hotel Santa Clara Libre, a finales de diciembre de 1958, cuando los francotiradores batistianos tomaron el lugar creyendo que sería una posición privilegiada en la batalla de Santa Clara y se convirtió en una trampa. Todo lo que vivieron  los  que estaban alojados en el hotel, los empleados, esos batistianos, los rebeldes que asaltaron la posición, en fin, una gran historia que contar.

-Y una gran investigación histórica.

-Sí, por eso ando buscando ayuda. Si te enteras de alguien que pudiera ayudarme a encontrar testigos o participantes podrías darles mi dirección electrónica, o mi teléfono. Me sentiría muy feliz de que Santa Clara colaborara conmigo en este homenaje a Santa Clara.

El sol nos arde en las cabezas. Miramos nuestros relojes, los dos al mismo tiempo. En la Feria de La Habana los encuentros son fugaces. Nos estrechamos las manos.

-Nos vemos en Santa Clara –le digo.

-En los portales de la biblioteca “Martí” –me asegura.

Y ambos nos perdemos en el tumulto.

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