Entrevista a Juan Ramón Biedma (Agosto 2008)
- Qué ha significado para ti esta última semana negra de Gijón con la
concesión por parte de los lectores del premio Novelpol y por parte de
los compañeros escritores el Hammett?
Hablar de la Semana Negra siempre me resulta emocionante, porque es hablar de amigos que ya son casi la familia que vemos una vez al año, y es hablar de compromiso con la causa semanera, y es hablar de mis orígenes en esta profesión. Pero este año, además, me he traído a casa el Novelpol y el Hammett, que son sin duda los premios más ansiados en España y América Latina para un autor negrocriminal, por usar el término acuñado por nuestro amigo Camarasa. Una Semana Negra para no olvidar.
- ¿Cómo definirías tu estilo narrativo mezcla de estilos(fantasía,
gótico, negro) o prefieres que se te reconozca la innovación de tu
escritura?
En general, los escritores somos malos analistas de nuestra propia obra, pero, si tengo alguna voz en todo esto, no creo que la aleación de elementos genéricos sea una definición estilística por sí misma. Eso es sólo parte de mi retórica particular.
Hasta hace unos años, la búsqueda por parte de cualquier escritor de su propio camino parecía lo mínimo que se le debía exigir a cualquiera que se dedicara a este oficio. Hoy día parece que casi todos se han conformado con la máxima de que todo está ya ha inventado... yo no digo que eso no sea cierto, no lo sé, sino que procuro actuar como si no lo fuera. Si hay algún rasgo definitorio de mi estilo es precisamente esa búsqueda.
- En la presentación de tu último libro "El efecto Transilvania" te
escuché decir que parte de tu inspiración venía de haber trabajado con
trastornos y enfermedades mentales anteriormente...
Nunca sabemos qué nos inocula el virus que termina generando una novela y a mí el mundo de la psiquiatría me ha interesado desde siempre, pero mis conversaciones con personas aquejadas de estas enfermedades me ha servido, sobre todo, para verificar que no se trata de seres de una naturaleza distinta, sino personas con un ADN idéntico al nuestro, con una concepción muy similar de la generalidad de los temas, que se diferencian de los demás casi únicamente en que han perdido el control comúnmente aceptado o el sentido de lo que la mayoría conoce como realidad.
Si hay alguien, por su propia dinámica mental, que debería estar preparado para comprender a estas personas, es un escritor de ficción.
- Háblanos de tu última publicación "El efecto Transilvania", ¿es una
nueva caja de Pandora de las que surgen hábilmente de ella tramas
arácnidas y personajes complejos incluso hasta cierto punto
contradictorios? Háblanos también de tus próximos proyectos.
Veo El efecto Transilvania como una historia bastante sólida en su proceso de degradación, en lo insólito de sus componentes, en sus ramificaciones, y como bien dices, en la contradicción de sus personajes. O sea, una historia apoyada en cimientos tan inestables como los de la vida de cualquiera. Durante más de un año me dejé llevar por la fuerza de ese chico que circula por los barrios de una ciudad que apenas conoce dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias de una peripecia que le ha venido impuesta. Lo mejor que puedo decir de la novela es que parece que no la he inventado yo, que siempre estuvo ahí, a la espera de que alguien la pusiera por escrito.
Y mi nuevo proyecto, en el que estoy trabajando de lleno para que vea la luz a principios del año próximo es El humo en la botella, una novela que retomará los protagonistas de El efecto Transilvania catorce años después para ver qué ha hecho con ellos la vida durante este tiempo. Será una historia aparentemente más realista, con un componente criminal más determinante, escrita a ocho voces: dos mujeres, tres hombres, un aciano, una niña y un blog.
- ¿Qué consejos le darías a todas esas personas que comienzan ahora a
escribir sus pequeños relatos con la intención de publicar el día de
mañana?
Hoy día, aunque la publicación en circuitos comerciales sigue siendo tan complicada como siempre, gracias a la red, es mucho más factible la posibilidad de hacer llegar nuestros trabajos a los demás. Mi recomendación es que antes de difundir nuestros escritos, tengamos presente que debemos prepararnos a conciencia antes de ocupar el escasísimo tiempo de los demás.
Este es un trabajo muy jodido porque normalmente te dará poco y se nutrirá de tu piel, tu carne y tus huesos. Así que hay meterse de lleno, y hay que meterse para disfrutarlo. Es necesario pasarse la vida leyendo como un escritor, estudiando como un escritor, pensando y viviendo como un escritor para crear, tal vez, algún material que merezca la pena.
- Y por último recomiéndanos algún libro actual y otro clásico.
La novela actual tiene ya siete años, pero no todos los días se hace algo que merezca la pena. Se trata de La estación de la calle Perdido, de China Miéville que, a pesar de su imperfección, es una obra muy ambiciosa, dotada de un peso reflexivo y un esfuerzo imaginativo poco común. Entre tanta novela escrita por y para pasar el rato, es de agradecer que haya autores que intenten ir un poco más allá.
En cuanto al clásico, ya que no me lo circunscribes a la novela, recomendaré una obra dramática, El tragaluz, de Antonio Buero Vallejo, a mi juicio el mejor escritor que han dado las letras españolas del siglo XX.
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Por José Ramón Gómez
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