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Nunca verás el mar de Rosa Ribas

Sólo una duna más. Ya oyes el sonido, el batir de las olas, que no conoces y con el que has soñado toda tu vida. Pero te empiezan a fallar las fuerzas. Es difícil arrastrarse sobre la arena con el uniforme, el correaje te estorba, pero no se te ocurre desprenderte de él. ¡Qué estúpidos sois los listos a veces!

¿Dónde estaba tu inteligencia, dónde quedaron tus famosos “pálpitos” cuando te propuse llevarte conmigo a la costa? Manuel, tengo que ir a Valencia. ¿Por qué no te vienes? Dudaste un poco, pero por sentido del deber, por no dejar el pueblo sin jefe de policía durante dos días. ¿No querrías ver por fin el mar? Tu mujer te preparó una maletilla con un par de mudas. Esta mañana hasta te has puesto el uniforme para encontrarte con dignidad con el mar tantas veces imaginado.

Te faltan unos metros. Tiras del cuerpo con los brazos, las piernas ya no las sientes, tampoco notas mi sombra a tu espalda ni oyes el sonido metálico cuando desenvaino tu sable para darte la última estocada. Sabes que te mueres y sólo quieres llegar al final de esa duna eterna.

Nunca verás el mar, Plinio.

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