Edipo porteño por El Cachafaz
Éramos felices hasta que apareció esa vieja que hablaba de desaparecidos. Está loca, dijo Mercedes. Contáme, le pedí. Qué querés que te cuente, me gritó. ¿Cómo me torturaron, cómo me violaron, cómo mataron a la gente que yo quería, familia, amigos? Dejáme en paz, pendejo. Cuando se enojaba me gritaba “pendejo”, enrostrándome los veinte años que me llevaba. No me importaba, yo la quería lo mismo.. Un día la vieja me paró por la calle y me mostró las fotos. Se me encogió el estómago. La vieja me miraba con la ilusión de los locos en la mirada perdida. La duda empezó a comerme las tripas. ¿Qué podía hacer? Fui y lo hice. El ADN. Fui con la vieja. Yo era el nieto.
Se lo conté a Mercedes y se puso como loca. Fue a buscar a la vieja y le metió cinco tiros. Después volvió a casa a esperarme. Creí que me iba a matar a mí también. Me pidió que lo perdonara, que le habían mentido diciéndole que yo había nacido muerto de tanta picana que le habían metido. Después se metió el revólver en la boca y disparó. Y yo quedé viudo y huérfano al mismo tiempo.
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