Gatos por Rosa Ribas
Ha vuelto. Hasta ahora parece que nadie lo ha notado en el pueblo, sólo yo. Y los gatos. Los gatos fueron los primeros en darse cuenta. De un día para otro empezaron a caminar temerosos por las calles, con las orejas bajas y el cuerpo tenso, pegado al suelo, prestos a saltar, a huir. Y dejaron vacía la plaza. Como si sus padres, sus abuelos supervivientes les hubiera contado que una mañana todos los árboles de la plaza habían aparecido decorados con los cuerpos de sus antepasados. Una guardia de felinos muertos custodiando el cuerpo del primer muerto, un chico del pueblo. Degollado, como los gatos.
Lo repitió en dos pueblos más: una placita arbolada, un muerto en el centro, los gatos balanceándose en las ramas. Hasta que, sin que la policía llegara a tener la más mínima pista, los asesinatos y las matanzas de gatos cesaron repentinamente. Hace de eso quince años.
Pero ahora está de nuevo aquí, muy cerca, en el pueblo. Ha regresado y todo empezará de nuevo. Los gatos ya lo saben, yo lo sé. Pero ni ellos ni yo podemos decirlo. Ellos no pueden hablar, yo no debo. No vayan a pensar que fui yo.
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Bartolomé -