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Cotidiano por Fabián Cuéllar

Nelson toma una fotografía. Su cara gorda suda detrás de las gafas oscuras y la mascarilla que apenas impide el paso del hedor proveniente de los tambos. Estamos acostumbrados a ver muchas chingaderas, pero esto…

Un perito se acerca a uno de los toneles volteado sobre el suelo, el contenido rojo desparramándose sobre la calle. El olor ácido es penetrante. Los investigadores creen que pueden ser restos humanos. ¿Qué otra cosa van a ser? Nelson hace un esfuerzo por no vomitar, mientras mira de reojo la cartulina. “LOS BAMOS ASER POSOLE” leo en voz baja. Él toma otra fotografía, una más. Pinche trabajo culero, murmura. El detective de homicidios nos ve con severidad, pero se guarda lo que iba a decir. Nelson y yo intercambiamos miradas de burla. Él quiere que lo corran. Yo no tengo otro lugar a dónde ir. Anoto insignificancias en la libreta, mientras escucho un par de clicks más, y veo la mano de mi compañero sacudiendo las instantáneas. Pasan los minutos, se nos va quitando el asco; esperamos con ansia y morbo que abran otro barril de los dos restantes. El mismo olor picante y el mismo líquido rojo. No era broma lo del pozole.

4 comentarios

Hugo -

Bueno, pero confunde un poco porque no se establece desde un principio que el narrador es un personaje también. Cuando por fin "yo" empieza a participar ("leo en voz baja"), es a mitad del cuento y considero que ya es demasiado tarde y por eso la confusión. A mí me sacó de onda eso.

Yamilet -

Sabes que me gustó desde el inicio, tan descarnado como la triste realidad que vivimos en esta ciudad

Daniela -

Muy actual (por desgracia), pero sobre todo, muy bien escrito.

am -

Atrapa desde el principio y el final es espeluznante. Felicidades.