¡Jodidos caimanes! por José Luis Romero
La patrulla se detuvo junto al cuerpo. Eustaquio bajó dos dedos la ventanilla, echó un vistazo rápido y la subió. Hacía un frío que pelaba los cojones.
-Chaval, échale tú un ojo.
David saltó del coche y se aproximó hasta el cuerpo mientras renegaba. <<¡Caimanes!>>. Se echó sobre el cadáver y lo fisgoneó con curiosidad policial: una mancha de orines empapaba sus pantalones. <<Supo que iba a morir>>, pensó. Luego se enguantó una mano y palpó sus bolsillos. No encontró nada. Eustaquio bajó nuevamente un par de dedos la ventanilla.
-¿Hay algo?
David sacudió la cabeza.
-Pues vente.
David volvió pálido.
-Es un moro. Le han rajado el cuello de punta a punta. ¿Qué hacemos ahora?
-Confía en el caimán, chaval.
Eustaquio hizo suya la portadora.
-MX-401 para Central.
-Aquí Central –respondió una voz enlatada.
-Ambulancia muy urgente. Hombre con herida de arma blanca.
-Recibido -crepitó la voz.
David abrió una boca como una O mayúscula.
-¿Has dicho hombre con herida de arma blanca?
-Sí, eso he dicho ¿Eres médico acaso? No pienso pasarme toda la mañana aquí con esta mierda.
David se bajó dando un portazo, indignado, mientras a lo lejos comenzaban a oírse las primeras sirenas.
<<¡Jodidos caimanes!>>
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