¿Correr es de cobardes? por Abel Torres
Me duelen los pies. Llevo más de 2 horas inmóvil, en pié, tras esta mugrienta cortina. Mi corazón late tan intenso que parece fuese a estallar en el próximo latido. La oscuridad lo envuelve todo y el silencio se hace ensordecedor, roto tan solo por la respiración de ese maldito cabrón que por fin ya se ha dormido.
Me deslizo hasta el borde de la cama, como un fantasma, e intuyo las invisibles formas de ese cuerpo yacente. Un ligero fogonazo y una apagada detonación, como si de una última instantánea se tratase, y de nuevo la oscuridad y el silencio, ésta vez absoluto, se hacen presentes en la habitación.
Guardo mi fiel compañera de trabajo bajo la chaqueta, de donde saco una linternilla para constatar lo que ya sé, otro asunto adecuadamente zanjado.
Salgo por donde entré, bajo hasta la calle, entro en el coche y pongo rumbo a casa. Ya al volante una sonrisa asoma levemente a mi rostro, imagino que tan solo en unos minutos cambiaré el traje oscuro por una camiseta y mi “compañera” por unas zapatillas, y correré por esta asquerosa ciudad imaginando que dejo atrás toda su inmundicia.
¿Correr es de cobardes?.......no creo!!
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