NUESTRA PROPIA SANGRE Por Jesús Lens
¡Cuánto tiempo sin leer nada de Mariano Sánchez Soler, uno de los mejores narradores negros y criminales de este país!
Es por eso que la concesión de la XII edición del Premio Francisco García Pavón de Narrativa a su última y más reciente novela, “Nuestra propia sangre”, me dio un auténtico alegrón.
Y, tras su lectura, no podemos sino seguir estando felices y dichosos, al comprobar que Mariano sigue en la brecha, ágil, incisivo, peleón y comprometido. Desde la introducción, “Acta de inspección ocular y levantamiento de cadáver” hasta la última frase con que termina el libro: “Leída, se ratifica y firma con Su Señoría; doy fe” asistimos a un auténtico descenso a los abismos de la violencia doméstica, en sus más distintos, abiertos y contradictorios aspectos.
“Han matado al padre y hacen como si estuvieran asustados. Unos con otros fingen. ¡Embusteros! Todos quieren la muerte del padre. Una alimaña que se come a otra alimaña... De no haber parricidio, todos se enojarían y volverían furiosos a sus casas... ¡Quieren espectáculo! ¡¡Pan y circo!! ¡De todos modos yo también soy bueno!” Pocas veces una cita habrá servido tan bien para contextualizar la novela que vamos a leer. “Nuestra propia sangre”, un título brutalmente poderoso para historia negra como el petróleo, comienza con esas palabras escogidas de “Los hermanos Karamazov”, una de las joyas y monumentos de Fiòdor Dostoyevski.
Y es que, muchas veces, cuando hablamos de estas novelas de género negro y criminal que nos arrebatan y tanto nos gustan, algunos de vosotros soléis pasarlas por alto, identificándolas con best-sellers yanquis, con manidas historias de ex policías alcohólicos o con disparatadas e intrascendentes tramas que nada tienen que ver con la vida real.
En este caso, sin embargo, estáis obligados a hacer un alto en el camino.
Porque el de la violencia doméstica es un tema de actualidad que, como bien sabemos, nos toca muy de cerca. Quizá demasiado. Y, por eso, “Nuestra propia sangre” es uno de esos libros que te hacen sentir cosas. Muchas. Y muy poderosas. Sobre todo, porque es cualquier cosa menos maniqueo.
Y, por eso, la nota introductoria de su autor cobra toda la importancia del mundo: “Los nombres y personajes de esta novela son reales, aunque se deben a la imaginación del autor. El narrador se ha limitado a transcribir la verdad, pues opina, como Ronald Sukenik, que “todas las versiones de la realidad son una especie de ficción. Está vuestra historia y la mía, la del periodista y la del historiador, la del filósofo y la del científico... La realidad es imaginada.”
“Nuestra propia sangre” cuenta, pues, una historia de aquí y de ahora, que no habla de mafias policiales ni de atracos descabellados. Se trata de una historia que, por desgracia, podría estar ocurriendo en el piso de al lado, a las personas que ahora mismo tienes sentadas frente a ti, a una compañera de trabajo o al hijo de un vecino... porque, por desgracia, hay mucha gente con el alma más negra que el alquitrán. Y la mejor narrativa es que la que, con pulso y brío, pone el foco sobre sus desmanes, abusos e iniquidades.
Jesús Lens Espinosa de los Monteros.
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