Una ligera confusión de Jorge Fernández Bustos
El joven, con lágrimas en los ojos, había desarmado y golpeado cruelmente a quien había disparado contra el cuerpo de la hermana de su mujer y sin embargo se lo llevaban preso. Ella lloraba histéricamente al lado de su hermana recién tiroteada, perdiendo sangre a borbotones, y sin embargo se apartaba de ella como de un apestado y casi la pateaba en el piso. La pistola, una Walther p22 (5,5 mm) todavía humeante, entre los dedos índice y pulgar del teniente, era introducida en una bolsa transparente. Miríadas de curiosos se arracimaban en torno a la escena, como si se repartiera algo gratis, impidiendo muellemente las labores de la policía y la ambulancia. Los maderos, inútilmente, trataban de dispersar la masa anónima, cada vez más abundante en aquella tarde de domingo, mientras los camilleros se abrían hueco entre la multitud. El autor de los disparos, en el suelo, con una brecha en la cabeza, exigía la totalidad del pago acordado y calificaba de traidor al reo. La moribunda, desangrándose en la camilla, agarraba la mano de su cuñado, jadeaba en su oído, “cariño, tuviste que contratar al más torpe de entre los matones para que nos proporcionara la dicha eterna”.
3 comentarios
Jorge -
José Andrés -
Perdón.
Un abrazo,
José Andrés
José Andrés -
Muchas Gracias,
José Andrés